Revista Salud y Bienestar

Egoísmo infantil

Por Pedsocial @Pedsocial

Pequeño mosntruo egoistaLos niños son ego-ístas. O sea partidarios de su ego, de si mismos. Y cuando apenas crecen, además, son egocentristas.

Y eso es, simplemente natural. A todos los efectos, cuando acabas de llegar al mundo no conoces a nadie. Ni siquiera tienes la conciencia establecida de que haya nadie más en el mundo. Sólo tú. Y tu sólo. Debe ser como si un astronauta cae en un mundo, en un planeta nuevo y desconocido y que no conseguirá entender hasta que lo haya explorado.

En ese principio, la realidad se divide en “yo” y “todo lo demás”. Eventualmente “todo lo demás” se dividirá en lo que es del interés propio, que me aporte algo para provecho propio, o que simplemente pueda ser ignorado. Desde ese pequeño punto de vista es tremendo todo lo que se ignora y no se tiene en cuenta. Por eso el egoísmo tiene ese carácter de mezquino.

Pero hay que tener en cuenta que el único y principal instinto y obligación en ese comienzo de la vida es la propia supervivencia. Con tal principio rector es natural que toda la realidad se quiera poner al servicio del propio yo.

Además, también resulta natural que el niño pequeño se sienta el (o lo) más importante, lo más bonito, lo mejor y lo más guapo. Sólo faltan todas las abuelas y tías diciéndole, aunque aún no lo entienda, qué mono y que rico es y cuánto se parece a … su padre cuando era pequeño, a su abuelo,  a su madre o a quien quiera que ocupe una puesto relevante en la tribu familiar.

Creo que fue Sigmund Freud (y digo creo porque no me he visto con ánimos de confirmar la cita bibliográfica) quien describió esas pulsiones en las primerías de la vida como “narcisismo primario”, a sumar al egoísmo de la supervivencia.

Yo soy.

Ante semejante pequeño monstruo amoral, todo el propósito de la educación se debe dedicar a desmontar la idea, con cuidado de no destruir con ello la autoestima mínima necesaria para afrontar los peligros de éste pícaro mundo, que no son pocos. Debe ser la construcción de la empatía, cuya ausencia convierte a los humanos en sociópatas con escaso remedio.

La disminución de la natalidad, ligada además con la garantía de la supervivencia que la sociedad occidental actualmente ofrece, precisa que se regule con buena conciencia la modulación del egoísmo. No nos lo ponemos fácil, ni se lo ponemos fácil a los niños, cuando convertidos en el rey de la casa, el centro de todos los mimos y las atenciones, debemos establecer límites y generar pequeñas frustraciones para ayudarles a entender la realidad, cruda o no. Fomentar el egocentrismo es contraproducente y dificultará la educación.

X. Allué (Editor)


 


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