EDUCACIÓN Y PENSAMIENTO INDEPENDIENTE
Del New York Times, 5 de octubre de 1952
No basta con enseñar a un hombre una especialidad. Aunque esto pueda convertirle en una especie de máquina útil, no tendrá una personalidad armoniosamente desarrollada. Es esencial que el estudiante adquiera una comprensión de los valores y una profunda afinidad hacia ellos. Debe adquirir un vigoroso sentimiento de lo bello y de lo moralmente bueno. De otro modo, con la especialización de sus conocimientos más parecerá un perro bien adiestrado que una persona armoniosamente desarrollada. Debe aprender a comprender las motivaciones de los seres humanos, sus ilusiones y sus sufrimientos, para lograr una relación adecuada con su prójimo y con la comunidad.Estas cosas preciosas se transmiten a las generaciones más jóvenes mediante el contacto personal con los que enseñan, no (o al menos no básicamente) a través de libros de texto. Es esto lo que constituye y conserva básicamente la cultura. Es en esto en lo que pienso cuando recomiendo "el arte y las letras" como disciplinas importantes y no sólo el árido y estéril conocimiento especializado en los campos de la historia y de la filosofía.La insistencia exagerada en el sistema competitivo y la especialización prematura en base a la utilidad inmediata matan el espíritu en que se basa toda vida cultural, incluido el conocimiento especializado.Es también vital para una educación fecunda que se desarrolle en el joven una capacidad de pensamiento crítico independiente, desarrollo que corre graves riesgos si se lo sobrecarga con muchas y variadas disciplinas. Este exceso conduce inevitablemente a la superficialidad. La enseñanza debería ser de tal naturaleza que lo que se ofreciese se recibiera como un don valioso y no como un penoso deber.
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Y aquí un fragmento que me ha llamado especialmente la atención, de un discurso pronunciado en Albany, New York State, en la celebración del tricentenario del inicio de la enseñanza superior en Estados Unidos, el 15 de octubre de 1936. Publicado en Out of My Later Years (Nueva York. Philosophical Library, 1950):
(...) hemos de prevenirnos contra quienes predican a los jóvenes el éxito, en el sentido habitual, como objetivo de la vida. Pues el hombre que triunfa es el que recibe mucho de sus semejantes, normalmente muchísimo más de lo que corresponde al servicio que les presta. El valor de un hombre debería juzgarse en función de lo que da y no de lo que es capaz de recibir.
Fuente de los textos:
El libro "Albert Einstein. Mis ideas y opiniones". Colección Los libros que cambiaron el mundo. Prisa Innova S.L., Madrid (2009)
Saludos