A José Bono parecen querer prepararle la salida del Gobierno dándole empellones a su dilecto colaborador y actual director de la Guardia Civil, el general de aviación Carlos Gómez Arruche.
José Blanco, jefe de maniobras del partido del Gobierno, ha incitado indirectamente a Gómez Arruche a que dimita criticando sus declaraciones sobre el caso de Roquetas, en el que murió un hombre golpeado por unos guardias civiles.
El valor de unas expresiones, que fueron bastante inocuas, se puede incrementar o atenuar, según convenga. Al atacarlas con innecesaria severidad, Blanco, presumiblemente impulsado por ZP, ha decidido que Gómez Arruche debe caer. Lo que desestabiliza seriamente la fortaleza de Bono, su valedor.
Debe sumársele ahora el caso de los 17 militares fallecidos en un helicóptero en Afganistán: José Bono, como ministro de Defensa, carga con la responsabilidad de un Gobierno cuyo presidente no quiere admitir que hay una guerra con participación española. Porque la paloma ZP presenta al ejército español en Afganistán como una ONG de su Alianza de Civilizaciones.
Bono, por el contrario, tiene que ser un halcón que explica la relación de Afganistán con el terrorismo. Un ministro que, en este Gobierno poco españolista, es además el defensor apasionado de que España no es divisible en pequeñas naciones, y que para expresar su ardor patriótico dice marcialmente ¡¡Ejjjpaña!!
Por eso Bono es indeseable e insoportable para los aliados secesionistas de su propio Gobierno: los social-nacionalistas, los nacionalistas e Izquierda Unida.
Aunque los españoles parecen apreciar más sus gestos de patriotismo y su populismo castizo que la sonriente mueca zapateril de cejas circunflejas y carrillos también circunflejos, pero verticales, como el viejo anuncio de Polvos Netol.
¡¡Pobre Ejjjpaña!!: que Bono sea mas querido que el tiernamente competitivo ZP sugiere que podrían desear desalojarlo haciéndole cantar, como Juanito Valderrama, “Adios, mi Ejjjpaña querida”.