Revista Música
Tras unos años curtiéndose una reputación en la música menos conformista, en solitario o en otros proyectos como Autopoieses o März (el disco de März “win sind hier” es una joya de pop absoluta), el alemán, de Frankfurt, Ekkehard Ehlers consigue por fin articular un trabajo con la capacidad de llegar a un gran espectro de oyentes, desde a los inconformistas electrónicos, a los amantes del nuevo folk o incluso a los amantes del blues. “A Life Without Fear” es un disco que sabe dar un enfoque digital a músicas tan pretéritas, sin sonar a simple revisión. La cultura estadounidense vista desde los ojos de un alemán.
Después de una serie de ep’s, en los que reconstruía a Albert Ayler, Robert Jonson, John Cassavetes o a Cornelius Cardew (reunidos en el recopilatorio tremendo“Plays” de 2002) pivotando en la electrónica, el inicio con la versión tradicional de “Ain’t No Grave” marca un nuevo territorio para su música, donde una voz que rezuma calidez soul se pasea por un blues digital invocando los iconos clásicos del género, la muerte, Jesús, la Biblia, el diablo, tumbas…temática presente en todo el disco, si bien la portada ya daba ideas de ello. Territorio en el que siguen abonadas composiciones como “Strange Things” o en “O Death” que se nutren de las voces del bluesmen Charles heffer Jr y Ralph Stanley, respectivamente.
El puzzle como arte, digital en este caso, tomando en “Misorodzi” cantos africanos en la lengua Shona y el sonido del balafon, la electricidad de “A Second Fire” unida al aire del jazz, como no, enmarañada en una nube de efectos. Nube, en la que se adornan los punteos de folk de “Meeresbeschimfung”.
El jazz, sigue presente en el disco, desde un poso sentimental de café-bar, en Die Sorge Geht Über Den Fluss" melodía de blues-jazz digna de robar el corazón a un fan de Chet Baker. Con “Nie Wieder Schnell Sagen’s”, la armónica destila una melodía desértica que emparenta con imágnes de western y de viejos mercancías. Y de alguna manera, la unión de todo esto se encuentra en “Maria & Martha”.
Todo termina en explícitamente en “The End”, cuatro segundos de silencio, después del versátil e inteligente recorrido propuesto por este alemán, bien secundado en el disco por Reinhold Friedl (piano), Franz Hautzinger (trompeta) y Joseph Suchy (guitarra y balafon), (con estos dos comparte protagonismo en “Soundchambers”, otra gran referencia de Staubgold), que sigue dotando a su discografía de una variedad al alcance de pocos y que muchos, seguimos con atención.