Este es un post para comentar ya la totalidad de esta trepidante novela.
Avisamos a cualquiera que nos esté leyendo y que aún no haya terminado el libro que aquí se desgranará hasta la última página, así que seguir leyendo o no queda a su elección, pero avisado está.
Lo primero que quiero decir es ¡qué angustia he pasado en estos últimos capítulos!
El lector es llevado aquí al centro mismísimo de la batalla, calle por calle, fusil por fusil. Es casi imposible llegar a hacerse una idea sobre este día; todo el pueblo madrileño en la calle, hombres, mujeres y niños armados casi solo con valor, y algún ocasional cuchillo… Esa masa de gente que consigue transmitir por el aire la sed de venganza al verse ellos mismos los únicos capaces de decir basta, hasta aquí hemos llegado. Me ha sorprendido que incluso don Celestino corriera presto a ayudar a sus conciudadanos a librarse de los franceses.
¿Queréis a España? ¿Queréis este suelo? ¿Queréis nuestras casas, nuestras iglesias, nuestros reyes, nuestros santos? Pues ahí está, dentro de esos cañones, lo que queréis. Acercaos.
Las batallas me parecieron magistralmente descritas, con crudeza, claro, pero siendo testigos de los acontecimientos claves del día gracias a nuestro Gabriel y a sus compañeros. Me ha gustado que don Benito resalte el papel de las muchas mujeres que protagonizaron también la revuelta, que a veces piensa uno en estos acontecimientos como cosa exclusiva de hombres y el Dos de mayo, en concreto, no lo fue.
Cómo no, os traigo aquí las palabras de la Primorosa, que ha estado de cine durante varios capítulos:
-Renacuajos, volved acá. Ea, otro paseíto. Sus mercedes quieren conquistarme a mí, ¿no, verdá? Pues aquí me tenéis. Vengan acá: soy la reina, sí, señores; soy la emperatriz del Rastro, y yo acostumbro a fumar en este cigarro de bronce, porque no las gasto menos. ¿Quieren ustedes una chupadita? Pos allá va. Desapártense pa que no les salpique la saliva; si no…
De verdad os digo, chicos, que yo no sé cómo no pudimos (momento de empezar a utilizar la primera persona del plural) vencer a esos franchutes, con el entusiasmo y el sentimiento patriótico que nos envolvió en ese Dos de mayo. Y, después, las muertes, las búsquedas de aquellos pobres diablos que quién sabía si estaban presos o ya fusilados, la angustia de nuestro Gabriel de portal en portal, superviviente de dos batallas pero que daría gustoso la poca vida que le quedaba ese día por salvar a su princesita Inés… Los ruegos hechos realidad,
y, por último, nada, absolutamente nada.
Yo no podía esperarme este final de ninguna de las maneras. ¿Qué ha pasado con Gabriel? ¿Y con don Celestino? Ay, me temo lo peor. Por no hablar de Juan de Dios, que miedo me da que haya cumplido sus “amenazas” y se haya llevado a Inés a alguna isla desierta.
Visto lo visto, yo diría que tendríamos que adelantar la lectura del siguiente episodio a… ¿la semana que viene, a más tardar?
PD: es broma lo de la semana que viene, pero ya casi podemos asegurar que tendremos un Especial de Navidad con don Benito