Revista Salud y Bienestar
La Enfermedad Arterial Periférica (EAP) es cada vez más común debido al progresivo envejecimiento de la población. Afecta al 5% de la población entre los 50 y los 70 años y su prevalencia es superior al 10% entre los mayores de 70 años. Los expertos advierten que lo realmente preocupante es que el 20% de los pacientes ignora que padece este problema de salud. Se trata de una manifestación más de la aterosclerosis, en este caso provocada por la obstrucción de las arterias de las piernas. En España, la padecen unas 900.000 personas y es conocida popularmente como enfermedad de los escaparates por la necesidad que tiene el enfermo de detenerse cuando camina debido al dolor que experimenta en las piernas. Este es el principal síntoma de la EAP y se denomina claudicación intermitente. Pese a su frecuencia y gravedad, los principales profesionales implicados en su manejo no disponían hasta ahora de un protocolo de actuación conjunto. La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) y la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular (SEACV) han elaborado el primer documento de consenso encaminado a lograr un seguimiento más coordinado del paciente.
La guía forma parte de una colaboración entre ambas sociedades científicas que también incluye consensos para el manejo del pie diabético y la insuficiencia venosa crónica. Ambas especialidades admiten que aunque la patología vascular ocupa un lugar muy destacado, la coordinación entre médicos de Atención Primaria y especialistas en Angiología y Cirugía Vascular no ha sido en España la deseable. Según el coordinador del documento por parte de semFYC, el doctor Santiago Díaz, “compartimos mucha patología y sin embargo apenas tenemos relación directa. Ahora llevamos unos años en los que ellos nos invitan a sus congresos y nosotros a los nuestros porque es positivo sumar esfuerzos y buscar consensos en beneficio del paciente”.
Para el profesor Francisco Lozano, presidente de la SEACV, se trata de una enfermedad aún muy infradiagnosticada, debido a que generalmente se presenta de forma asintomática, y por tanto cualquier iniciativa que ayude a mejorar su manejo será acertada. Asimismo, según comenta el profesor Lozano, “la inexistencia de datos epidemiológicos y de comorbilidad exactos hace que las autoridades sanitarias ignoren la realidad y el coste económico, social y laboral asociado, lo que repercute directamente sobre la falta de eficacia de la planificación sanitaria en relación al manejo de esta patología, así como sobre la inexistencia de unidades asistenciales específicas integradas en el marco hospitalario, algo fundamental para evitar el serio problema sanitario y socio-económico ocasionado por la Enfermedad Arterial Periférica”.
El presidente de la SEACV insiste en que “el manual debe centrarse en potenciar la colaboración con las sociedades regionales y autonómicas de la especialidad y la Comisión Nacional de la Especialistas con el fin de asesorar y conectar periódicamente con las autoridades sanitarias centrales y autonómicas, asumiendo el reto de compatibilizar la escasez de recursos con las necesidades de todo tipo a que tienen derecho los pacientes vasculares”. El reto, a su juicio, es poner las medidas preventivas disponibles al servicio de una patología cuyas repercusiones sociales son de diversa índole: mortalidad, morbilidad y secuelas, alteración de la calidad de vida, etc.
-Adelantar el diagnóstico
El doctor Díaz asegura que uno de los objetivos de este esfuerzo es lograr un diagnóstico más temprano de los pacientes de riesgo, antes de que manifiesten sintomatología porque eso significará que van a evolucionar mejor. “Es un reto porque la ausencia de síntomas no es sinónimo de que la enfermedad no sea grave. No es fácil porque la enfermedad se establece lentamente y hablamos además de pacientes que tienen poca actividad física o con otra patología que les restringe la movilidad. Suelen hacer vida sedentaria, con lo cual no llegan nunca a tener una actividad que les genere dolor que sirva de alarma de que algo no va bien. De hecho, hay casos de enfermedad avanzada en pacientes que no se han quejado nunca”.
Es más común que acudan a la consulta los que tienen claudicación, es decir, aquellos que necesitan pararse cada poco tiempo para que remita el dolor y poder seguir adelante. “Pero no podemos esperar”, avisa el doctor Díaz, “y sabemos que preguntar activamente por el síntoma a un paciente que viene por otro motivo nos puede facilitar el diagnóstico”.
En la actualidad, según el presidente de a SEACV, los gestores sanitarios disponen de datos epidemiológicos para dotar una Unidad Asistencial para este tipo de enfermedad e integrarla en el marco hospitalario, debido a los requerimientos tecnológicos que se precisan.
-Índice tobillo-brazo
Los profesionales ya son conscientes de que aparte de analizar la presión arterial, determinar el colesterol o tener en cuenta el tabaquismo, también debería contemplarse en las tablas tradicionales la prueba del índice tobillo-brazo, que es la forma de diagnosticar la EAP. “Es una prueba sencilla, inocua y barata y que no requiere mucho tiempo y que si se aplica a pacientes de riesgo facilita la detección de muchos casos. Cuando hablamos de riesgo nos referimos a personas que acumulan varios factores de riesgo como diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia o ser fumadores”.
Una vez hecho el diagnóstico, la guía que han elaborado semFYC y SEACV sirve al profesional de orientación de cara al seguimiento futuro del paciente. El cirujano vascular es el que va a valorar si el paciente debe o no ser intervenido quirúrgicamente para abrir una arteria. Tanto el objetivo del tratamiento médico como el quirúrgico es evitar la necesidad de amputar la extremidad afectada. Se interviene sobre la arteria cuando el dolor limita la actividad normal del paciente. “Esta es una de las posibles indicaciones de la cirugía. No hace mucho que los médicos hemos aprendido que si una EAP no recibe tratamiento, las posibilidades de que haya al final que amputar aumentan. Sabemos también que si no intervenimos el riesgo de complicación cardiovascular es muy alto, incluso mayor que si se tienen otras enfermedades cardiovasculares. Si uno tiene un infarto o una angina puede experimentar otro episodio similar, pero el que tiene una EAP aún corre más riesgo de sufrir un infarto”, explica el doctor Díaz.
El perfil del paciente con EAP no se desvía un ápice del común de los procesos ateroscleróticos, con un riesgo que va en función del número de factores de riesgo acumulados. “Puede considerarse que la enfermedad es siempre la misma: la aterosclerótica; lo que varía es que puede manifestarse en distintas localizaciones, corazón, cerebro o extremidades inferiores”, aclara el experto de semFYC.
La EAP se caracteriza al principio por la necesidad de pararse tras andar grandes distancias; con el tiempo, aumentan las arterias obstruidas y progresivamente dichas distancias van acortándose. Puede llegar un momento en el que el paciente sienta el dolor incluso en reposo. A partir de ahí, el enfermo desarrolla lesiones isquémicas en forma de gangrena que pueden precisar la amputación de la extremidad.
-Tratamiento
Si al paciente se le diagnostica la enfermedad, aunque no manifieste síntomas, puede beneficiarse de un tratamiento preventivo. Se puede actuar sobre la causa subyacente, es decir, sobre la enfermedad aterosclerótica a través de un tratamiento con antiagregantes plaquetarios. A esta medida debe añadirse un control de los factores de riesgo modificables como el colesterol alto o la hipertensión arterial. Con estos dos elementos, puede evitarse la progresión de la enfermedad. Un tercer factor sería una revisión de los hábitos de vida encaminada a erradicar el consumo de alcohol, la mala alimentación o el sedentarismo.
Por el contrario, si el afectado manifiesta síntomas y tiene la enfermedad ya establecida es preciso un tratamiento más agresivo capaz de evitar la aparición de la aterosclerosis en cualquiera de los otros dos órganos diana: el cerebro y el corazón. Además, esta mayor intensidad terapéutica en el control de los factores de riesgo y el empleo de antiagregantes plaquetarios debe ser siempre así, independientemente de que el paciente presente o no antecedentes de enfermedad vascular.
La guía forma parte de una colaboración entre ambas sociedades científicas que también incluye consensos para el manejo del pie diabético y la insuficiencia venosa crónica. Ambas especialidades admiten que aunque la patología vascular ocupa un lugar muy destacado, la coordinación entre médicos de Atención Primaria y especialistas en Angiología y Cirugía Vascular no ha sido en España la deseable. Según el coordinador del documento por parte de semFYC, el doctor Santiago Díaz, “compartimos mucha patología y sin embargo apenas tenemos relación directa. Ahora llevamos unos años en los que ellos nos invitan a sus congresos y nosotros a los nuestros porque es positivo sumar esfuerzos y buscar consensos en beneficio del paciente”.
Para el profesor Francisco Lozano, presidente de la SEACV, se trata de una enfermedad aún muy infradiagnosticada, debido a que generalmente se presenta de forma asintomática, y por tanto cualquier iniciativa que ayude a mejorar su manejo será acertada. Asimismo, según comenta el profesor Lozano, “la inexistencia de datos epidemiológicos y de comorbilidad exactos hace que las autoridades sanitarias ignoren la realidad y el coste económico, social y laboral asociado, lo que repercute directamente sobre la falta de eficacia de la planificación sanitaria en relación al manejo de esta patología, así como sobre la inexistencia de unidades asistenciales específicas integradas en el marco hospitalario, algo fundamental para evitar el serio problema sanitario y socio-económico ocasionado por la Enfermedad Arterial Periférica”.
El presidente de la SEACV insiste en que “el manual debe centrarse en potenciar la colaboración con las sociedades regionales y autonómicas de la especialidad y la Comisión Nacional de la Especialistas con el fin de asesorar y conectar periódicamente con las autoridades sanitarias centrales y autonómicas, asumiendo el reto de compatibilizar la escasez de recursos con las necesidades de todo tipo a que tienen derecho los pacientes vasculares”. El reto, a su juicio, es poner las medidas preventivas disponibles al servicio de una patología cuyas repercusiones sociales son de diversa índole: mortalidad, morbilidad y secuelas, alteración de la calidad de vida, etc.
-Adelantar el diagnóstico
El doctor Díaz asegura que uno de los objetivos de este esfuerzo es lograr un diagnóstico más temprano de los pacientes de riesgo, antes de que manifiesten sintomatología porque eso significará que van a evolucionar mejor. “Es un reto porque la ausencia de síntomas no es sinónimo de que la enfermedad no sea grave. No es fácil porque la enfermedad se establece lentamente y hablamos además de pacientes que tienen poca actividad física o con otra patología que les restringe la movilidad. Suelen hacer vida sedentaria, con lo cual no llegan nunca a tener una actividad que les genere dolor que sirva de alarma de que algo no va bien. De hecho, hay casos de enfermedad avanzada en pacientes que no se han quejado nunca”.
Es más común que acudan a la consulta los que tienen claudicación, es decir, aquellos que necesitan pararse cada poco tiempo para que remita el dolor y poder seguir adelante. “Pero no podemos esperar”, avisa el doctor Díaz, “y sabemos que preguntar activamente por el síntoma a un paciente que viene por otro motivo nos puede facilitar el diagnóstico”.
En la actualidad, según el presidente de a SEACV, los gestores sanitarios disponen de datos epidemiológicos para dotar una Unidad Asistencial para este tipo de enfermedad e integrarla en el marco hospitalario, debido a los requerimientos tecnológicos que se precisan.
-Índice tobillo-brazo
Los profesionales ya son conscientes de que aparte de analizar la presión arterial, determinar el colesterol o tener en cuenta el tabaquismo, también debería contemplarse en las tablas tradicionales la prueba del índice tobillo-brazo, que es la forma de diagnosticar la EAP. “Es una prueba sencilla, inocua y barata y que no requiere mucho tiempo y que si se aplica a pacientes de riesgo facilita la detección de muchos casos. Cuando hablamos de riesgo nos referimos a personas que acumulan varios factores de riesgo como diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia o ser fumadores”.
Una vez hecho el diagnóstico, la guía que han elaborado semFYC y SEACV sirve al profesional de orientación de cara al seguimiento futuro del paciente. El cirujano vascular es el que va a valorar si el paciente debe o no ser intervenido quirúrgicamente para abrir una arteria. Tanto el objetivo del tratamiento médico como el quirúrgico es evitar la necesidad de amputar la extremidad afectada. Se interviene sobre la arteria cuando el dolor limita la actividad normal del paciente. “Esta es una de las posibles indicaciones de la cirugía. No hace mucho que los médicos hemos aprendido que si una EAP no recibe tratamiento, las posibilidades de que haya al final que amputar aumentan. Sabemos también que si no intervenimos el riesgo de complicación cardiovascular es muy alto, incluso mayor que si se tienen otras enfermedades cardiovasculares. Si uno tiene un infarto o una angina puede experimentar otro episodio similar, pero el que tiene una EAP aún corre más riesgo de sufrir un infarto”, explica el doctor Díaz.
El perfil del paciente con EAP no se desvía un ápice del común de los procesos ateroscleróticos, con un riesgo que va en función del número de factores de riesgo acumulados. “Puede considerarse que la enfermedad es siempre la misma: la aterosclerótica; lo que varía es que puede manifestarse en distintas localizaciones, corazón, cerebro o extremidades inferiores”, aclara el experto de semFYC.
La EAP se caracteriza al principio por la necesidad de pararse tras andar grandes distancias; con el tiempo, aumentan las arterias obstruidas y progresivamente dichas distancias van acortándose. Puede llegar un momento en el que el paciente sienta el dolor incluso en reposo. A partir de ahí, el enfermo desarrolla lesiones isquémicas en forma de gangrena que pueden precisar la amputación de la extremidad.
-Tratamiento
Si al paciente se le diagnostica la enfermedad, aunque no manifieste síntomas, puede beneficiarse de un tratamiento preventivo. Se puede actuar sobre la causa subyacente, es decir, sobre la enfermedad aterosclerótica a través de un tratamiento con antiagregantes plaquetarios. A esta medida debe añadirse un control de los factores de riesgo modificables como el colesterol alto o la hipertensión arterial. Con estos dos elementos, puede evitarse la progresión de la enfermedad. Un tercer factor sería una revisión de los hábitos de vida encaminada a erradicar el consumo de alcohol, la mala alimentación o el sedentarismo.
Por el contrario, si el afectado manifiesta síntomas y tiene la enfermedad ya establecida es preciso un tratamiento más agresivo capaz de evitar la aparición de la aterosclerosis en cualquiera de los otros dos órganos diana: el cerebro y el corazón. Además, esta mayor intensidad terapéutica en el control de los factores de riesgo y el empleo de antiagregantes plaquetarios debe ser siempre así, independientemente de que el paciente presente o no antecedentes de enfermedad vascular.
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