Revista Comunicación
EL ÁRBOL DE LA VIDA
data: http://www.imdb.com/title/tt0478304
Pretenciosa. El mote que la crítica local suele adosarle a aquello que no entiende. “El árbol de la vida” es una obra maestra. Hay que sacarse el sombrero ante un tipo como Malick que se animó a meterse con un tema tan antiguo como la humanidad, con un despliegue visual excelso.
El tema del filme es: “¿Por qué Dios me hace esto?”. Y Malick lo desarrolla enlazando la historia de una pareja que pierde un hijo con la historia evollutiva del planeta. Un dinosaurio, unos chicos jugando en un jardín, un protoplaneta en formación, un bosque de árboles añejos y gigantes. Todo cabe en este maravilloso ejercicio.
Ésto no tiene nada que ver con lo que vemos habitualmente. Es un modo distinto de narrar y de contar. Y, por lo menos, por ese arrojo para romper el molde del lugar común, hay que calificarlo a Malick, no de pretencioso, sino de talentoso.
Para los que aman el cine en todas sus formas, “El árbol de la vida” es una experiencia cinematográfica como las de hace tiempo que no se viven en las salas locales. Es Cine, con mayúsculas.
Así que, si para usted el cine es algo importante, no se pierda esta película. Es para verla en pantalla grande. Es una película para cine. Pero claro, si usted va al cine para despejarse o pasar un buen momento entre pochoclo y nachos, siga de largo, esta película no es para usted.
“El árbol de la vida” es la historia de un matrimonio con tres hijos, uno de los cuáles muere cuando cumple 19 años. Es una manera de verla. Otra: es la metáfora de Adan y Eva en el Paraíso, de Abel y Caín. Es otro modo. Prefiero verla como una reflexión sobre porqué Dios nos ama y maltrata en forma arbitraria.
“Dejaste que un niño muriera. Dejas que ocurra cualquier cosa” dice Jack niño cuando ve a un compañerito suyo ahogarse en una piscina. “¿Por qué he de ser bueno si tú no lo eres?” se pregunta y le pregunta. Jack se transforma en un niño diferente. No es que Jack deje de creer. Jack ha perdido el control al tomar conciencia de que cosas horribles le pasan, aún, a gente buena. Entonces, ¿cómo creer?
No en vano, el filme empieza con una cita del libro de Job, el hombre justo que siguió fielmente a Dios y sin embargo, Dios lo castiga. Y el paciente Job, no deja de creer en Él, pero lo increpa. Y Dios le contesta con esa frase inicial del filme de Malick: “¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra? ¿Cuando cantaban las estrellas del alba y los hijos de Dios se regocijaban?”.
Los personajes de “El árbol de la vida” son arquetipos. O’Brien, el padre, está convencido que uno forja su destino, que uno debe ser fuerte, que uno debe ganarse su lugar. Y pretende pasarle esa enseñanza a sus hijos. Los atemoriza. Logra que lo odien. Es un reflejo del Dios autoritario, del Dios que nos impone temor.
Mrs. O’Brien, la madre, es la creyente que ve el milagro cada día, en cada cosa, en cada rayo de sol, en cada brizna de hierba. Es una creyente intuitiva. Dios le ha hablado antes de que ella supiera quién era. Le habló en el bosque de árboles gigantes, catedrales espontáneas, donde ella vagó por los mismos senderos donde, milenios antes, vagó un dinosaurio que se paró a ver a otro de su especie morir.
El joven Steve es el Abel bíblico, el alma pura, el joven dulce y amable, el que no duda de la fuerza de la vida ni de la existencia de Dios. Precisamente, es el que debe morir. Esa tragedia conmueve a los otros, a Jack, ya adulto, preguntándose porqué le tocó a su hermano y no a él, resentido con Dios. Al padre que se ha quedado con las palabras guardadas que no ha podido pronunciar (decirle que lo quería; disculparse por retarlo). A la madre cuya fe se estremece por ese hecho trágico. ¿Por qué él? ¿Por qué llevarse a su hijo?
Jack grande se pregunta cómo hizo su madre para superar esa muerte. Esa pregunta revela que él, todavía, no ha podido superarla. Necesita esa comprensión para retomar su vida, porque el resentimiento del niño Jack lo acompaña en el vacío de su vida adulta.
La pregunta es básica. Es el enigma supremo. Si existe un Dios, ¿por qué nos maltrata? Si es que nos ama, ¿por qué nos hace sufrir? (Esa pregunta la hace tanto un intelectual como Saramago cuando se pregunta porqué Dios permitió que murieran los Santos Inocentes como el elemental razonamiento del verdulero de la esquina que no puede aceptar la existencia de Dios con el hecho de que su suegra se cayera en la puerta de la Iglesia después de misa y se rompiera una cadera.).
Todos nos hacemos esa pregunta y Malick, se toma largas dos horas para enunciarla e intentar una respuesta. Su respuesta.
Para ello nos muestra la evolución del mundo. Como se ha creado, como se pobló de vida los mundos hirvientes en formación, en secuencias que remiten, inevitablemente, al “2001” de Kubrick. Mallick compara, constantemente, la maravilla de la vida, el deslumbramiento que provoca la naturaleza, el extasis de la magnificencia del cosmos, con la miseria cotidiana de la muerte, el dolor, la angustia. Su tesis nos sugiere que nos oponemos a ese lado oscuro pero aceptamos gustoso el milagro de la belleza. ¿Por qué no rechazamos ambos, por qué pretendemos quedarnos sólo con lo mejor de ambos mundos? ¿O somos incapaces de comprender que ambos cosas vienen enlazadas?
La historia del planeta es muerte y destrucción. La belleza se sirve de lo putrefacto, de lo ido, de lo fallecido. Y si estamos aquí, ahora, caminando bajo el sol, es porque necesariamente antes, innumerables especies murieron, tal como nos toca morir ahora. Entonces, ¿por qué la queja? Naturaleza o Gracia como se dice en uno de los primeros parlamentos del filme. Uno elige la engañosa apariencia de lo material o apuesta a la fe de lo divino, aunque no logre entender la cabal justificación de sus decisiones.
Eso es lo que Malick tenía que contar y lo cuenta con un despligue visual y sonoro destacable. El elenco, pese a nombres como Brad Pitt o Sean Penn, o ascendentes promesas como Jessica Chastain, pasan a un segundo plano. No porque sus actuaciones sean menores. Si no porque la dimensión de lo contado y la sintaxis cinematográfica de Malick se imponen sobre sus interpretaciones.
(Un ejemplo lateral: visualmente, los personajes interpelan a Dios, buscando las alturas. Malick lo traduce en imágenes de espontáneas catedrales, sean los altos árboles que confluyen al cielo, sean los edificios de acero y cristal que, también, se alzan hacia las esferas celestes).
Entre las escenas notables, destacamos la del dinosaurio que ve morir a otro; el rostro de Mr. O'Brien (Brad Pitt) acariciando el piecito de su hijo recién nacido; la escena final del encuentro de los personajes en un cielo a medida.
Mañana, las mejores frases.