El juicio crítico del Refranero español puede dar material literario para generaciones de filólogos, antropólogos y folkloristas. Los blogueros no vamos a ser menos, especialmente cuando intentamos mantener un compromiso periódico frecuente que acaba indefectiblemente ligado al calendario. Otro recurso clásico-popular podría ser el calendario zaragozano.
El caso es que el refranero está repleto de referencias a la salud y bastantes relacionadas con lo que a la salud afecta el ciclo anual. En esta parte del mundo que es el Mediterráno y sus orillas, tantas veces cantado como la cuna de la cultura desde un inmodesto etnocentrismo, el clima proporciona al ciclo anual con cuatro estaciones notablemente distinguibles y condicionantes de las vidas de sus habitantes. Alejados mucho de las tareas agrícolas, los efectos estacionales inciden especialmente sobre los calendarios laborales o escolares pero, mejor diríamos que con el ocio. En efecto, los urbanitas no miramos al cielo para ver si el nublao nos va a malmeter la cosecha o la sequera arruinar la siembra o la luna llena favorecer las parideras. Lo que nos preocupa es qué vamos a poder hacer el fin de semana o el mes de vacaciones. En la costa y aledaños, desde la segunda mitad del siglo pasado, el epítome del ocio es poder irse a la playa. y con ello desprenderse de ropa excesiva que nos proteja de vientos y resfriados.
Ya nadie viste un sayo que quitarse el 40 de mayo. Pero con algunas modificaciones de la disposición del anticiclón de las Azores y posiblemente algo que ver con ese controvertido calentamiento del planeta, las temperaturas de estos días de las primeras semanas de mayo, promueven por lo menos la manga corta y las bermudas.
En las escuelas suele coincidir con la reducción del horario escolar y los niños, que perciben los cambios de las condiciones meteorológicas con la inconsciencia que les es propia, pueden desprenderse no ya del sayo, sino de todo el vestuario. La distancia entre el decoro y la protección del cuerpo puede desdibujarse, de manera que convendremos en que la prudencia de los padres debe caber que la vestimenta sea simplemente suficiente. Y que guarden el refranero en ese cajón de los olvidos, que no los recuerdos.
X. Allué (Editor)