Revista Opinión

El abc de la cibermilitancia

Publicado el 25 julio 2020 por Marka

¿Emoción o razón?

Comenzaremos con una afirmación: los mensajes de la militancia ciberactivista tienen que ser más emotivos que racionales.

¿Por qué más emotivos que racionales?

Cuando intentamos razonar con amigos, familiares, o compañeros de trabajo que no están dispuestos a votar por una opción del campo popular, que todavía dudan si votar nuevamente por Carlos Mesa u otros candidatos de la derecha, o precisamente saben que lo van a hacer, nos encontramos con nuestra propia dificultad para entender lo irracional, el sinsentido del apoyo a un candidato antipopular.

Sabemos que las subjetividades contemporáneas están en cierta medida controladas -y sobre todo manipuladas- por las redes sociales, a tal extremo que la gente llega a experimentar un verdadero “Síndrome de Estocolmo” y acepta vivir mal, porque le hicieron creer que el “vivir bien” de antes era tan solo una “fantasía”. Como sociedad parece que no nos podemos hacer cargo de nuestro propio sufrimiento y terminamos votando a los verdugos, a los victimarios. ¿No es este el caso de las famosas “pititas” de la nueva clase media?

Todos pueden observar que en los últimos tiempos la derecha neoliberal ha tenido éxito en las redes sociales tanto en Argentina, como en Brasil, y EE.UU. a través de la difusión de fake news (noticias falsas), e información surgida de lo que se conoce como big data, o sea del gran volumen de datos, tanto estructurados como no estructurados, que inundan cada día los servicios online.

¿Cómo han logrado este éxito?

Impactando emocionalmente en los receptores de esos mensajes. Hoy en día es necesario que los mensajes sean en primer término emotivos, y luego recién argumentativos o racionales, para poder hacer frente a respuestas que siempre terminan siendo emocionales y bloquean las posibilidades de raciocinio.

En nuestro país es notoria la vigencia de sentimientos antimasistas, cuya versión actual se puede ver en la repetición de frases como “salvajes”, “narcoterroristas”, “estamos mal, pero por culpa del gobierno anterior”, “14 años de dictadura”, etc. Todos conocidos mensajes que transmiten odio y resentimiento, y de los que están inundados tanto los medios masivos de comunicación como las redes sociales.

A partir de este diagnóstico nos proponemos dar una batalla en el mismo campo, sin usar ni espionaje ni big data, y sobre todo sosteniendo el lugar de militantes de la verdad, en contraste con los activistas de la mentira.

Los trolls son verdaderos “activistas de la mentira”, y no como gustan llamarse a sí mismos “activistas digitales”. Como ya sabemos , la única verdad es la realidad. Y con sus campañas sucias los trolls no instalan realidades sino posverdades que la gente cree por pereza, desinterés o desconocimiento, a pesar de que el tiempo se encargue de desmentirlas.

(Para los que no conocen el término, posverdad o mentira emotiva es un neologismo que describe la distorsión deliberada de la realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes, donde los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales.)

Cibermilitancia vs. cibercolonización

Muchas veces se pregunta ¿por qué militar desde las redes sociales y no como históricamente se lo hacia con movilizaciones en las calles? Creemos que hay que hacer ambas cosas. En esta época de cibercolonización de las subjetividades, cuesta más movilizar, organizar marchas, debido a la persecución política, el coronavirus y porque supuestamente se pacifico el país a cambio de llamar a elecciones, por lo que los movimientos sociales, sindicatos y ciudadanía “aguantaron el aliento”.

Ante este panorama, la gente que conoció épocas de grandes movilizaciones se encuentra deprimida, no solo por lo que sucede en las calles sino también en las redes sociales. Cada uno de nosotros pasa muchísimas horas con el celular. Las estadísticas de uso informan que en América Latina ninguno de nosotros está menos de seis horas promedio usando distintas aplicaciones en el teléfono. (La gente que vive en las ciudades, sobretodo)

¿Qué hacer?

La propuesta para los ciberactivistas del campo popular es invertir la tasa de uso entre la función recepción (pasiva) y la de transmisión (activa), ya que esta última es extremadamente baja. La cibermilitancia implica el incremento de la tasa de emisión de mensajes en las redes sociales. Es decir que no debemos limitarnos a recibir y compartir noticias o propaganda. Debemos sentar presencia emitiendo mensajes y compartiendo los de otros militantes.

En la teoría clásica de las comunicaciones, el emisor tiene libertad de elección, mientras que en el otro extremo está el receptor, caracterizado por la incertidumbre. Esto que parece una verdad simplista es importante asimilarlo: como receptores carecemos de libertad de elegir los mensajes, osea que  nuestra posición es la de incertidumbre. Por el contrario, la libertad es una propiedad de los que emiten el mensaje.

Esa libertad, nos puede empezar a liberar de la condición pasiva , sobreponiéndonos a temores y prejuicios, propios de la incertidumbre del receptor. El consejo es que pasemos más tiempo emitiendo que recibiendo mensajes en nuestros celulares. Seamos fuentes de información, elijamos un mensaje a transmitir pensando en el receptor votante indeciso , en sus temores y prejuicios y luego donde transmitirlo, sea Twitter, WhatsApp, Instagram o Facebook.

El arma mediática más vista, más leída y más escuchada por todos nosotros está a nuestra disposición: el teléfono móvil. El desafío es lograr que nuestros celulares se conviertan en herramientas activas de militancia popular en lugar de dispositivos de alienación y neocolonización de conciencias.

Si la mejor arma digital está en nuestras manos, entonces depende de nosotros que siga siendo instrumento de dominación, o que por el contrario la usemos para la liberación. El ciberespacio es un mar de infinitos mensajes cuyos emisores son millones de móviles. Es cierto cada uno de nosotros es solo una gota de agua, pero el mar está hecho de gotas, de millones de gotas. Debemos fluir para convertirnos en ríos, y estos en mares.

La Cibermilitancia en esta campaña electoral

La estructura electoral de nuestro país está divida en tres tercios: un tercio que se identifica con la opción popular, un tercio “pitita” (de derecha Mesista, Camachista, Añizta, etc), y un último tercio que representa una importante masa de votos flotante que suele inclinar la balanza de un lado o del otro. Nuestro “target” militante no está en los convencidos (nuestros o de derecha) sino en los indecisos.

Para que quede claro: cuanta menor intención de voto tiene la actual dictadura o los desencantados con Pumari-Camacho o Mesa, más importante aún es el rol de los indecisos. Estos meses constituyen una buena época para hacer campaña en las redes. Hay muchos que no piensan votar por Luis Arce, pero tenemos que conseguir una masa crítica electoral para que en lo posible ganemos en la primera vuelta e idealmente con más del 50%

En la red tenemos la inmejorable oportunidad de compartir información con valor, es decir noticias y contenidos políticos de importancia en tanto que mensajes, pero presentados desde otros lugares, tales como el humor o la ironía. En particular el humor, los chistes gráficos, nos permiten empatizar con personas de distinta ideología, que al compartir nuestras publicaciones se acercan desde la emoción.

Para ello hay que ponerse del lado del receptor. Esto significa que más que pensar hay que sentir con qué mensaje ese receptor se va emocionar, va a empatizar. Puede ser algo irónico, cómico o dicho con enojo, pero siempre buscando llevar al receptor hacia un estado anímico diferente al que tenía antes de leer el mensaje. Para ello uno se tiene que sacar el prejuicio del militante clásico: debatir, argumentar, convencer. No.  Dos tercios ya están convencidos, no importa de qué lado estén. Y los indecisos son inmunes a este tipo de enfoque clásico, como lo demuestra la reciente experiencia electoral de Brasil. Como dice el Compañero David Choquehuanca: hay que expresar un “Pensa-siento” (Pensamiento-Sentimiento) que nos permita llegar al “otro”, ese indeciso que nos puede dar la victoria.

Hoy, la fuerza cibermilitante del MAS-IPSP se enfrenta al desafío: de apuntar a la razón y a demostrar que tiene razón, pero antes  conmover, re enamorar y seducir, para lo cual deberá hablarle a quienes no suele dirigirle la palabra, los no propios.”

Por eso cuando emitamos nuestros mensajes en redes sociales, es necesario hacerlo pensando en la gente con la que compartimos todos los días. Hoy en día lo importante no es tanto lo que se dice, sino quién lo dice y sobre todo la emoción que nos genera el escucharlo.

¿Por qué los brasileros votaron por Bolsonaro? ¿Por su plataforma electoral? ¿Por sus ideas? Nada de eso. El electorado se volcó hacia él porque toco sus emociones. Cuando uno arrincona al adversario y éste se queda sin argumentos, se encierra tozudamente en su posición y nos resulta imposible avanzar en un cambio de actitud. Además, nuestro interlocutor siempre tiene alguna muletilla para usar como respuesta. Sabemos de memoria las más conocidos: “canchitas”, “14 años de dictadura que dejaron una pesada herencia”, etc. Lo que buscamos nosotros es transmitir algo racional, sí, pero tocando primero lo emocional.

Los trolls y activistas de la mentira“pititas”

En el marco de nuestra acción  los trolls y ciberactivistas “pititasnos van a atacar, socavar psicológicamente, buscando neutralizarnos y si pueden abatirnos. Por eso todo cibermilitante tiene que estar preparado emocionalmente para eso. Cuanto más alto perfil militante tengamos, van a ir a buscar datos de nuestra historia, se van a meter en nuestra vida personal, para producir emociones encontradas o percepciones negativas en los receptores, y de esa manera neutralizar empatías ó credibilidad de nuestros seguidores ó lectores.

Regla de oro: no se dejen tentar por el enojo y replicar con malos modos, excepto que los involucrados sean personas de alto perfil público en cuyo caso la respuesta visibiliza nuestro posicionamiento y refuerza el mensaje. En general ante ataques de trolls la respuesta es sencilla: bloquearlos. Bloquear y no contestar evitan potenciar la circulación del discurso de aquel que los está atacando Es importante el uso de la ironía y el  humor, lo que genera otras respuestas en cadena que suelen ser emotivamente más efectivas  que un debate político racional  , en especial cuando el mensaje del otro también tiene esas características.

Conclusión

Lo importante es ser provocadores, pero en el sentido de provocar un cambio de emociones, empatías, simpatías, agrados ó incluso malestares , pero evitando provocar la huida del interlocutor, sino la empatía de quien no piensa igual. Eso se consigue en primer lugar poniéndose en los zapatos del receptor, en segundo lugar, compartiendo sus mismas angustias, hablándole desde la angustia, depresión, malestar, disfrute ó goce compartidos, y en tercer lugar no queriendo imponerle un determinado voto, o enrostrándole sus malas decisiones anteriores( “las pititas estúpidas tienen la culpa de lo que pasa”).

Mejor es compartir un meme, un chiste, una reflexión. No ser insistentes ni obsesivos en su tarea militante, machacando siempre con el mismo “blablablá”. No gastemos pólvora por gusto. Hay un 30% nuestro, un 30% “pitita”, y el otro 30% flotante o indeciso al que nos dirigimos. En 2009 Evo Morales triunfó con el 64,22% de los votos. 10 años después obtenía el 47,07%. Nos movemos entre esos 17 puntos y debemos recuperarlos.

Para finalizar es necesario destacar la necesidad de diversificar  los mensajes; no hay recetas de valor permanente sino circunstancial,  una lectura cambiante día a día de las acciones que cada campaña militante necesita de acuerdo a la coyuntura o momento politico, para ir oradando la piedra que el cibercolonialismo instaló en las subjetividades populares. Para ello es fundamental estar bien informados.

(El documento se basa en una  charla-taller dictada por el Ing. Ariel Garbarz en el Centro Cultural Ing. Flavio E. Virla de la Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, en abril de 2019.)


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