Revista Religión
Si lo razonas fríamente, la posición pro-aborto es escandalosamente abominable y contraria al principio de la igualdad entre los seres humanos, pues solo merecen vivir aquellos que han sido "deseados", lo que ya de por sí divide a las personas en las categorías de "deseadas" e "indeseadas", entre personas "planeadas" y otras que son un "error" o un "accidente".
Según la lógica detrás del "derecho al aborto", si no se tenía contemplado que un ser humano en específico existiera, aunque ahora exista, se le puede eliminar, pues el criterio es que no fue "deseado", no tuvo la fortuna de ser "el plan de alguien" y ahora su existencia depende de la decisión de un tercero. Solo pensémoslo, alguien más se arroga el derecho de decidir si preserva la vida de otro o si le pone fin, como si fuera su dueño, como si la persona que está creciendo en el vientre fuera simplemente una mera propiedad, ¿acaso esto no suena claramente a esclavitud?
Visto así, el aborto es como la discriminación racial, pero millones de veces peor, es el culmen del desprecio y la exclusión de un ser humano en función de los intereses de alguien más. Aun aquel que es discriminado o excluido por su color de piel tiene la posibilidad de cambiar su situación a lo largo de su existencia, luchando por sus derechos para ser reconocido en su inalienable dignidad humana, pero al ser humano abortado se le priva del primero de los derechos, el derecho del que dependen todos los demás, el derecho a vivir, pues si no existes, ya no tienes derecho a nada.
Al negársele el derecho a vivir, se destruyen de facto todos los demás derechos humanos de los que es sujeto una persona. El aborto es un gigantesco retroceso en la lucha de siglos por el reconocimiento de los derechos del hombre.
Es increíble que personas que se consideran "progresistas", y dicen estar a favor de la igualdad entre todos los seres humanos no se den cuenta de la monstruosidad que están defendiendo.
Alfredo Rodríguez
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