
"Porque nada sucede solo, en el mismo momento en que su hija era secuestrada, Diego apuraba su tercera copa de vino de la noche. Antes de tomar otra, se recordó a sí mismo que había prometido no beber demasiado. En él, el alcohol tenía más efectos que la simple borrachera".
Al igual que muchos descubrí a Félix J. Palma gracias a su libro El mapa del tiempo y desde entonces soy fiel lectora de cada novela que sale al mercado. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El abrazo del monstruo.
Conocemos a Diego, un escritor que alcanzó la fama con la novela policíaca Sangre y ámbar, en la que aparecía un villano al que llamaba el Monstruo. Miles de personas leyeron esa novela, pero Diego no ha vuelto a escribir nada que estuviera a la altura y todo el mundo, incluido su editor, le reclaman la vuelta del Monstruo. Han pasado años desde que Sangre y ámbar viera la luz, y Diego vive su vida junto a su mujer Laura y la hija de ambos, pero ahora el Monstruo que creó parece haber cobrado vida y, al igual que en la novela de ficción que escribiera, ha secuestrado a su hija y le reclama que pase unas pruebas macabras si quiere volver a verla.
Unas setecientas treinta páginas. Esa es la extensión de la última novela de Félix J. Palma. Y comienzo diciendo esto porque entiendo que para muchos el tamaño si importa y cuando ven un libro extenso se sienten intimidados por el peso, la manejabilidad o el riesgo a estar ante una obra necesitada de una buena poda.
Dos días. Ese es el tiempo que me duró el libro. Comencé a leerlo una tarde que tenía libre y cuando lo dejé posado sobre la mesa, me fijé en que parecía haber avanzado mucho; superaba la página 500, tal y como pude comprobar con sorpresa al mirar el número a pie de página. Eso significaba que se me había pasado el tiempo volando y que la lectura no se me había antojado pesada. Buena señal, qué duda cabe. Al día siguiente, en cuanto tuve tiempo libre, lo terminé. Y siempre que me pasa algo así pienso si no es injusto para el autor que pasa horas y meses creando un mundo, con todo el trabajo que supone, para que el lector de cuenta de todo ese esfuerzo en un par de días. O tal vez sea esa precisamente la meta buscada por los novelistas. Lo cierto es que no lo se, pero vayamos con el libro.
Si la metaliteratura está de moda, Félix J. Palma le da una vuelta de tuerca al concepto, con parto incluido, en su nueva novela para sacar de las páginas de la ficción escrita por su protagonista al malo de la historia. Y es que, si algo caracteriza el nuevo libro de Palma, es la capacidad que demuestra para dar esa vuelta de tuerca a casi todo. Ha sabido coger una gran parte de los ingredientes de moda y combinarlos en esta historia en la que además se permite el lujo de desvelar el gran secreto con más de un centenar de páginas de antelación al punto final demostrando que, más allá de descubrir quién es el malo, suele quedar mucho por decir. La novela alterna el aterrador presente vivido por Laura y Diego, padres de la niña secuestrada, con partes del libro que diera el éxito al protagonista que irán leyendo los distintos personajes que pueblan la historia. Eso provoca que comprendamos el miedo casi cerval del protagonista a que el Monstruo realmente haya trascendido de la ficción a la realidad llevando a cabo su macabro plan, ya que las similitudes son más que palpables. Palma busca la asfixia basada en la cuenta atrás y para ello propone un juego de tres pruebas a su protagonista en las que, si no cogen antes al Monstruo, deberá de demostrar de forma pública (al más puro estilo Black Mirror), que está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que su hija Ariadna siga con vida. Estos retos solo serán interrumpidos si se captura al secuestrador y mientras la policía comienza una carrera por encontrar al Monstruo y liberar a la niña, el lector no puede evitar preguntarse hasta dónde sería capaz de llegar en el caso de estar en el lugar de Diego. El propio protagonista se plantea si será capaz de cumplir con lo que se le propone y, si lo hace, qué atrocidad podría plantearle la siguiente prueba, dónde estará su límite. De este modo Palma consigue un juego de tensiones a las que el lector no puede permanecer indiferente, consiguiendo eso tan buscado que es enganchar a la lectura de su novela sin necesidad de usar trampas ni artificios.
No puedo además dejar de señalar el placer que es leer siempre a Félix J. Palma, capaz de crear una imagen nítida en la mente del lector con apenas un puñado de palabras o de ir generando otra imagen, como el poder de una mirada, a través de una lenta cadencia de repeticiones más que agradables a la lectura. En cuanto a los personajes, parece haber optado por dar una dimensión completa al protagonista y dejar al resto, incluida Laura, en ese estado de conocidos pero no amigos que permite moverse a todos ellos entre actos loables o censurables como a casi cualquier persona que podamos toparnos en nuestra vida. Y es que, si algo me gusta de esta novela, es que Palma juzga a todos y cada uno de los personajes, incluido al protagonista a quien no salva de cometer errores. Eso los humaniza hasta tal punto, que me voy a permitir confesar que no me apenó en absoluto que pusieran un ojo a la virulé Diego, incluso me sonreí pensando que tal vez así espabilara.
El abrazo del monstruo es un juego constante con el lector, una búsqueda del Montruo y un temor a encontrarlo tal vez más cerca de lo que nos gustaría, quizás en nuestros límites. Es un paseo gótico a ratos y angustioso a otros en una carrera contrarreloj que hará que a más de un lector se le pasen las horas volando. Creedme, se de lo que hablo.
Y a vosotros, ¿os importa el grosor de un libro a la hora de comprarlo?
Gracias.
