La forma en que los niños son criados es de vital importancia para el desarrollo de su persona y a lo largo de la vida.
Según un nuevo estudio, aquellos niños que son abusados o son expuestos a la violencia familiar presentan cambios en la actividad cerebral similares a aquellos vistos en los veteranos de guerra.
El cerebro de estos niños se vuelve cada vez más afinado para identificar posibles fuentes de peligro, según comentaron investigadores británicos que utilizaron imágenes funcionales para monitorear la actividad cerebral.
Cuando los autores del estudio les enseñaron imágenes de rostros enojados a los niños con un historial de abuso, el cerebro de estos niños mostro un incremento en la actividad en la ínsula anterior y la amígdala, las cuales están involucradas con la detección de amenaza y la anticipación del dolor.
Estos cambios no indican daño cerebral pero son las formas del cerebro de adaptarse a un ambiente peligroso o desafiante.
Una mayor reactividad a una señal biológica de alarma como el enojo podría representar una respuesta adaptativa de estos niños a corto plazo, ayudándolos a mantenerse fuera de peligro. Sin embargo, también podría constituir un factor de riesgo neurobiológico subyacente aumentando su vulnerabilidad a problemas de salud mental más tarde, particularmente ansiedad.
Los hallazgos son importantes porque un gran número de niños se ve expuesto a la violencia familiar.
Esto subraya la importancia de tomar seriamente el impacto para un niño de vivir en una familia caracterizada por la violencia. Incluso si el niño no muestra señales de depresión o ansiedad, estas experiencias aún parecen tener efectos mesurables a nivel neuronal.