Hace tiempo leí las novelas de Jerónimo Tristante sobre su detective Víctor Ros y me gustaron mucho, así que tenía muchas ganas de ver la serie que RTVE había hecho basándose en los libros y que, para variar con la cadena pública, se ha hecho de rogar. Hay que ver qué reticencia tienen a la hora de estrenar y renovar (sigo esperando la cuarta temporada de Los misterios de Laura, majos).
La cuestión es que, al saber que la primera temporada iban a ser seis episodios que adaptaban las tres primeras novelas, he decidido esperarme a ver el segundo para ver cómo habían planteado la adaptación. Y, la verdad, creo que los guionistas han optado por la elección más inteligente y acertada.
No voy a entrar a comparar una versión con la otra, ya que, sobre todo, me está pareciendo una muy buena adaptación. Sí, hay cambios, cosas nuevas, pero sí que creo que el espíritu de las novelas y del personaje está ahí, apoyado tanto por la forma en la que la serie está escrita como el estupendo casting que han elegido. Pero, bueno, antes de entrar en las actuaciones, diré que creo que han planteado el esquema de la forma más adecuada, dejando uno de los casos como hilo conductor de las temporada (las prostitutas asesinadas por una especie de Jack, el destripador que es uno de los dos misterios del primer libro, El misterio de la casa Aranda), combinado con los casos episódicos, que, de momento, se mantienen fieles a las novelas.
De esa manera, permiten el juego de adivinar quién o cómo ha realizado el asesinato y obtener las respuestas en ese mismo episodio, mientras mantienen la incógnita de quién está asesinando a las prostitutas. De hecho, han dotado a ese caso de largo recorrido de un fuerte componente emocional, no sólo porque están retratando muy bien a las prostitutas en general con Lola, la Valenciana a la cabeza, sino porque el mismo asesino ha matado al padrino de Víctor.
También han introducido un elemento de cotidianeidad que resulta muy interesante, pues se nota que los guionistas tienen cariño por los personajes secundarios y los están tratando con tanto mimo como a su protagonista. A decir verdad, es como si hubiera dos mundos muy distintos, unidos por Víctor: por un lado, la comisaría; por otro, el mundo que envuelve a las dos mujeres en la vida de Víctor.
La dinámica de la comisaría está muy conseguida: desde la evidente camaradería entre los miembros de la brigada hasta los enfrentamientos con el jefe y ese inspector que le quitó el caso de las prostitutas. Además, tanto Blázquez como Crespo funcionan muy bien como compañeros y, de paso, poner una leve nota de humor. Eso sí, al menos de momento, el cuarto miembro de la brigada está casi de adorno, ya que Sánchez sale muy poquito y no es tan reconocible como sus compañeros. Sánchez es, por cierto, el poli jovencito, por si os sirve de pista. Y, sí, me he aprendido el nombre del personaje por lo sumamente mono que es Joel Bosqued y porque aún sigo impresionada por su momento -tan necesario- de quitarse la camiseta en el videoclip de Maldita Nerea.
Sin embargo, lo que me está resultando más interesante es el retrato de las dos mujeres de Víctor Ros: se están tomando su tiempo con ellas, explorándolas tanto a ellas como el mundo de cada una, que es tan distinto al de la otra que la relación que establecen entre ellas resulta de lo más curiosa. De momento, se han hecho amigas, algo que me gustaría que continuara, pues la rivalidad sería demasiado típico y sería una pena porque esa escena en la cafetería de las dos congeniando estuvo muy, muy bien. Además, teniendo ambas cosas en común (serán de mundos diferentes, pero ambas son inteligentes, bondadosas y con un marcado sentido de la justicia) sería una pena que desaprovecharan la oportunidad de tratar esa amistad.
Siempre es de agradecer que escriban personajes femeninos fuertes y que caigan bien, porque, admitámoslo, normalmente son estos personajes los que salen mejor parados. En Víctor Ros, no obstante, hasta las secundarias tienen más fuerza que los secundarios, como probó la irrupción de las prostitutas en el funeral y la defensa que hace de ellas la viuda. Una muy buena escena, por cierto.
Y ayuda muchísimo el gran acierto de casting que han tenido, encabezado por un Carles Francino que, personalmente, me convence mucho como Víctor Ros. De hecho, he de admitir que su Víctor me resulta bastante más simpático que el de las novelas, al que le pesa la pedantería. El Víctor de Carles Francino es más cercano, incluso más humano, pues aunque es inteligente y se sabe con razón, no parece un sobrado al más puro estilo Sherlock Holmes, sino alguien más joven, inexperto y agradable, a pesar de que tenga carácter y determinación.
Las dos elecciones femeninas ya me gustaban sobre el papel y tanto Esmeralda Moya como Megan Montaner prueban que están muy, muy bien en sus papeles. La segunda ha demostrado que puede sacar cualquier papel que le pongan delante y, además, está especialmente guapa como Lola, mientras que la segunda está muy a la altura de esa señorita bien con fuerte carácter e ideales que es Clara Alvear.
El resto de los actores también está muy bien, incluso los que tienen personajes menos importantes. Y ya, si te gustan las series españolas, es muy divertido reencontrarse con actores y ver que incluso se repiten ciertos patrones: no sólo está medio Amar, sino que Carles Francino y Tomás del Estal tenían una dinámica parecida en Bandolera, Tito Valverde y Megan Montaner ahora son enemigos acérrimos en Sin identidad, la esposa de Tito Valverde era su secretaria eternamente enamorada de él en El comisario, incluso no es la primera vez que Nacho Fresneda y Carles Francino van a por la misma chica, que protagonizaron un triángulo muy divertido en Hospital central.
Ahora bien, ¿todo es perfecto en Víctor Ros? Pues no, porque es cierto que se han visto obligados a usar cromas y que, al no estar muy bien hechos, queda algo cutre, pero honestamente a mí eso no me importa. No es sólo porque los haya visto muchísimo peores (hola, Once upon a time in Wonderland y, eh, es americana) sino porque prefiero que me den una buena historia con efectos mediocres, que al revés.
Además, la estética que le están dando a la serie me gusta mucho, sobre todo en las escenas de acción, que me recuerda mucho a las películas de Sherlock Holmes protagonizadas por Robert Downey Jr. y Jude Law. Curiosamente, la primera película y el segundo episodio también compartían un esquivo pelirrojo que traía a los protagonistas a maltraer.
Vamos, por si había dudas, yo los lunes me quedo con el señor Ros sin pensarlo siquiera.