Cada día son más los casos de acoso que salen a la luz, donde las víctimas son el blanco de una serie de conductas y comportamientos vejatorios llevados a cabo por otra persona generalmente conocida.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el concepto de acoso hace referencia a la acción de persguir, sin darle tregua ni reposo, a un animal o a una persona, así como al acto de apremiar de forma insistente a alguien con molestias o requerimientos.
En función a estas acepciones podemos considerar el acoso como una conducta de naturaleza ofensiva y perturbadora en la que la persona acosada experimenta sentimientos de angustia y malestar.
Para que una conducta sea considerada como acoso la ley especifica que debe comportar un desequilibrio de poder entre las personas involucradas. Además, estos comportamientos deben repetirse a lo largo del tiempo, llegando a desencadenar graves consecuencias en el acosado, tanto físicas como psicológicas.
Por lo tanto, las dos características principales que definen el acoso son la repetición y el desequilibrio, la persona acosadora utiliza su poder (físico, psicológico, social, etc.) para ejercer un control o perpetrar una serie de conductas perjudiciales a la persona acosada.
El gaslighting, por ejemplo, es un patrón de abuso emocional en el que la víctima es manipulada para que llegue a dudar de su propia percepción, cordura o memoria, esto hace que la persona se sienta ansiosa, desconcertada o incluso depresiva. Este término no tiene traducción al español, viene de la película clásica de Hollywood titulada “Gaslight”, en la que un hombre manipula a su mujer para que crea que está loca y así quedarse con su fortuna. (Ingrid Bergman y Charles Boyer). Aunque esta película nos presenta un caso extremo, este procedimiento de adulteración de la verdad es muy utilizado por los manipuladores.
El acoso psicológico o acoso moral, es otro ejemplo de abuso, consiste en conductas vejatorias y que atentan contra la dignidad e integridad moral de la persona con la finalidad de desequilibrarla psicológicamente.
En la mayoría de los casos el hostigamiento puede ser tan sutil que ni la propia víctima es consciente de ello. El acosador ejerce una influencia negativa en la víctima mediante mentiras o difamaciones, así como por medio de una deformación deliberada de la realidad.
En un principio, el acoso genera una sensación de inestabilidad en la víctima que acaba por perder la confianza tanto en ella misma como en los demás, generándole una sensación de indefensión y ansiedad que puede derivar en depresión y hasta en suicidio.
El acoso físico o stalking, es tal vez el más dramático, consiste en perseguir de manera constante e invasiva a la víctima con la finalidad de establecer un contacto contra la voluntad de ésta. El origen de este tipo de acoso suele radicar en algún tipo de obsesión o enfermedad mental que el acosador desarrolla y proyecta hacia la otra persona, llevando a cabo conductas como espiar a la víctima, perseguirla, realizar llamadas telefónicas o intentos de contactar con ella, amenazas y conductas violentas.
Por último, conocido como acoso virtual o cibernético, es hoy por hoy el más recurrente de todos los tipos de acoso. En él, el acosador se sirve de medios de comunicación digitales o redes sociales para perpetrar una serie de ofensivas personales, propagación de información confidencial o falsos rumores. La motivación principal de un ciberacosador es causar intranquilidad, desazón e inquietud psicológica y emocional en la víctima.
Sin olvidar el acoso sexual que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre.
Mantener los límites personales es todo un ejercicio de autoafirmación, si alguien los traspasa hay que hacérselo saber y plantear una consecuencia. Que nadie nos grite, que nadie abuse verbalmente de nosotros. Que nadie cruce jamás el límite de nuestra dignidad personal. Sólo nosotros mismos somos dueños de nuestros pensamientos y jueces de nuestros actos.