Una parte del libro es un recuerdo directo de su ejercicio como ministro de cultura, y una descripción impagable de los gobiernos socialistas de los años ochenta. Una crítica despiadada al estúpido postureo de Alfonso Guerra (que este hombre haya pasado como un intelectual es uno de los grandes misterios de la vida política española). La nadería que era el guerrismo. Los intentos de González por modernizar la vida política española. Interesan también algunos detalles de la intra-historia de la época, como el proceso de venida a España del Museo Thyssen. Y de fondo, siempre su pasado. Como exiliado. Como resistente. Como anticomunista. Anticomunista furibundo. Un anticomunista que disfrutó desde el ministerio como en la Europa de 1989 caían una tras otra las aterradoras dictaduras comunistas en países que estaban secuestrados desde los años cuarenta, como Chequia o Hungría.
Un buen libro.
Una buena memoria.