Ahora va y se nos manifiesta el otro día un aterrador Pantocrátor, repartiendo mamporros a diestro y siniestro, erigiéndose en salvador de la patria así, sin capa de Supermán ni calzoncillos por fuera, sin siquiera un MP3 pirata con un coro de ángeles cantando el aleluya del “Mesias” de Haendel, vamos, sobradete él mismo en su mismidad.
Me parece que este señor, en su delirio por haber bajado del Monte Sinaí con barbas y las Tablas de la ley en la mano, ha olvidado las hemerotecas y que los cadáveres que esconde en su armario – igual o más que Alfred Hitchcock en sus pelis – que pueden salir y amargarle la aventura. Le da igual, está visto que aquí la cuestión es liarla, aunque sea a costa de descalabrar a su propio heredero. Porque, no olvidemos que al señor plasma nos lo legó el ex-bigotudo. “Ah! Se sienteee, haber elegido muelteeee”, ahora no se admiten devoluciones.
Lo que es realmente lamentable son las reacciones al asunto. Con la mera materialización de este EGO superlativo hemos perdido el oremus. Los del congreso y sus palmeros andan con las caras desencajadas como por haber visto un fantasma y aquí no se habla de otra cosa en el mercadito. Está visto que nos toman por tontos incapaces de razonar y temen que nos abrazaremos al primer profeta que pase vendiendo claveles y cantando aquello de “Volver”. Creen que hemos olvidando el Prestige, las Azores u otros estropicios que no vienen ahora a cuento, acaso ¿No es este señor el mismo que acabó aborrecido por gran parte del electorado?.
En lo que aparenta ser una democracia, no debieramos tener nada que objetar a que se presente a las elecciones quien sea, allá él. Entonces, diganme a qué tanto revuelo. Si quisiera presentarse, ¡pues que lo haga!. O es que igual nuestra clase política es consciente de que tiene tan poco fondo que teme que este “remake” vaya a ganarles unas elecciones sin siquiera imprimir las papeletas. Perece pues claro que nuestros agoreros políticos tienen tan poco nivel que ahora que ha estornudado un dinosaurio del cretácico se han licuado y se lo han tomado peor que si fuese el mismo espíritu de Sir W. Churchill el que se hubiese vuelto para darles una colleja y no un personajillo ex- presidente con dudosos episodios. Señores, ¿no estarán ustedes exagerando?.
Otra cosa sería pensar que el advenimiento de Pantocrator se debe a otra cosa. Con todo este sainete nos han endiñado la ley Wert, Gallardón nos cuela sus maquiavélicas ideas, hemos olvidado al cartero Bárcenas, no recordamos al Bigotes ni la cegadora iluminación de la boda… Claro, andamos trastornados con la hipotética vuelta del salvador de la patria, quien acto seguido de sembrar el pánico general nos enteramos que ha fichado por un gigantesco buffette de abogados y presentado un libro de esos de FAES.
Entonces, ¿que pretendía el señor Aznar? ¿Perturbar la paz de este monasterio con un baño de fama egocéntrica y demostrar su divinidad ante sus nuevos jefes? ¿diluir el escándalo de la boda de su hija? ¿distraernos para que su pasmado sucesor pueda acabar de cocernos a fuego lento?. A los hechos me remito porque, de verdad, yo me niego a pensar que este hombre, por muy mesiánico que se manifieste, crea que somos idiotas y nos desprecie tanto como para pretender volver a La Moncloa, a buscar cajitas de sobres, sin pasar por las urnas. Eso tendría otro nombre.
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