El adversario

Nunca falta quien te sorprenda, para bien o para mal. Mesié de Condemore, habituado a tomarse sus tiempos —y los nuestros— a la hora de decidirse por el siguiente manuscrito a proponer, no dudó y atacó a lomos de Emmanuel Carrère, personaje que a algunos nos sonaba de oídas, mientras que otros ya habían dado cuenta de él, como fue el caso de Sir Charles Lomlarck, siempre en la avanzadilla de los temas culturales.

El adversario, así se llamaba la nueva apuesta literaria de Mesié. Y en verdad que se ha convertido en un gran adversario para aquel de nosotros que trate de ganar el Libri de Oro en esta ronda. La historia real del falso Dr. Romand y el descenso al infierno de la humillación desencadenada en abyectos asesinatos —impactante, impresionante —vuelve a superar a las historias de ficción. Si a esto le sumamos —que ya viene de lejos —la pasión incontenida por este tipo de sucesos (como los crímenes de Puerto Hurraco, el Alcalde de Fago o, más recientemente, los hermanos de Morata de Tajuña a manos de un paquistaní, a razón de la deuda contraída por la estafa del supuesto militar americano que seducía a la pueblerina) el coctel es tan perfecto que tan solo necesitaba estar bien documentado y decentemente narrado. En este caso, cumple sobradamente ambas premisas. Emmanuel comparte con este anónimo servidor la incredulidad del comportamiento del ser humano, y a su vez, lo comparte con todo el mundo a través de El adversario, que es para quien suscribe estas líneas, sin duda, el aliado.