Esta mañana, al salir de casa, he visto diminutos destellos brillantes en la nieve, iluminada por los primeros rayos de sol: agua cristalizada, que me ha traído a la memoria la teoría del autor Masaru Emoto (plasmada en su libro, que leí hace tiempo, Mensajes del agua). Masaru indicaba que el agua, a escala subatómica, capta y almacena vibraciones de emociones y pensamientos. Por medio de un microscopio electrónico, percibía los cambios moleculares en el agua después de “hablarle” (todo es vibración e información).
En uno de sus experimentos expuso un frasco de agua destilada a palabras insultantes y los cristales que resultaron de ello eran deformes. Por el contrario, a otro recipiente le dedicó palabras amorosas (gracias, amor…) y las formas de los cristales fueron bellísimas y de geometría fractal. Por ello, Masaru Emoto propone bendecir cualquier líquido con el que interaccionamos: un vaso de agua, el agua de la ducha, el de lavarse las manos...
Hoy he dado las gracias a esos cristales de la nieve, que me han regalado luminosos destellos al amanecer, y sé que el agua de mi organismo (somos agua en un 70%) ha recibido también esa gratitud.