El agua y la dieta

Según las últimas teorías médico-científicas  respecto al buen estado del organismo, existe una relación considerable entre el grado de hidratación y la esperanza de vida. Por eso, beber agua abundantemente, es fundamental.

Una buena dieta ha de ser variada y tener en cuenta que todos los seres vivos estamos compuestos de dos tercios de agua.

El riñón necesita un aporte mínimo para mantener sus funciones básicas que se estima aproximadamente en unos 900 a 1000 cm cúbicos por día

Por debajo de dicho umbral, la función renal podría verse comprometida, provocándose además la retención de sustancias tóxicas originadas en el metabolismo interno, entre ellas, las derivadas de la urea.

La falta de agua a nivel general disminuye notablemente la hidratación cutánea, hasta el punto de que cuando el deterioro de la función renal es importante, la piel tiende a desescamarse y a adoptar un aspecto amarillo pajizo, consecuencia de dolencias renales serias.

El agua se contiene dentro de cada célula y es utilizada para cumplir todas sus funciones, en la respiración, en la alimentación y en la excreción celular. También se encuentra en la sangre formando el plasma, que es el líquido que la permite fluir en el interior de las venas y de las arterias, transportando los alimentos y los glóbulos rojos.

Y en el sistema digestivo, donde lleva los residuos líquidos hasta los riñones, para evacuarlos.

Mantiene húmedos los ojos mediante las lágrimas y ayuda a distribuir y a regular el calor del cuerpo, por medio del sudor. En la realización de todas estas funciones, el cuerpo pierde 2,4 litros de agua por día, que debe reponer para el correcto funcionamiento orgánico.
De aquí viene la afirmación de que sin ella solo es posible sobrevivir algunos días, desde luego muchos menos que sin alimentos.

Sabemos que la necesitamos cuando sentimos la sensación de sed; la saliva se vuelve espesa y las funciones digestivas no se cumplen como debieran. Entonces ha llegado el momento de reponer la que nos falta:

-Beber por lo menos ocho vasos al día.

-Comer muchas frutas, verduras y hortalizas frescas, que contienen grandes cantidades de agua.

-Evitar dulces y harina porque son alimentos que consumen gran parte del agua interna del cuerpo.

Aunque se pueden incluir en la alimentación básica cualquier tipo de líquidos, el mayor volumen ha de ser de agua, y si es posible, mineral, ya que algunas, por ejemplo las hipo sódicas, producen una abundante diuresis, porque tienden a acumularse poco en el organismo.

Por ello son las más aconsejables desde el punto de vista de un tratamiento de hidroterapia.

Existen además otras dos grandes ventajas de la ingesta de dos litros diarios, tales como la prevención de las infecciones urinarias y de la formación de cálculos renales, e incluso de ciertos tumores en el aparato urinario.

En cuanto a la forma mejor de tomar el agua, es aconsejable beber un 70% del total necesario, fuera de las comidas.

El reparto podría ser el siguiente.

-Al levantarse, antes de desayunar, unos 250 cm cúbicos, así como a lo largo de la mañana y antes del almuerzo.

-A partir de las 19 a 20 horas se recomienda no aumentar los líquidos para evitar interrumpir el descanso nocturno por causa de las micciones.

Quedan completamente prohibidos los diuréticos salvo prescripción facultativa, porque en contra de lo que se cree vulgarmente, se ha demostrado que pueden provocar una pérdida de iones, como el potasio, por lo que han de ser controlados y supervisados por el especialista.

Además, en ocasiones, tienden a aumentar la retención de sustancias tóxicas.

Lo que no conviene nunca es exagerar la nota, porque tan malo resulta el exceso como el defecto.

Dos litros son perfectos, más es pasarse de la raya.
Y ¡no olvidar! que existe la intoxicación hídrica.
Parodiando a los clásicos, en el punto medio se encuentra la virtud, que en este caso sería lo correcto