Una mañana el conejo Nico salió con sus tres conejitos a los prados del bosque para enseñarles a jugar al fútbol. Los conejitos corrían detrás de la pelota y daban saltitos de alegría cada vez que hacían un gol._ ¡Viene el águila! ¡Viene el águila!_ gritó un conejito que estaba subido en lo alto de una roca observando el entorno.Cuando el conejo Nico vio al águila persiguiendo a sus conejitos comenzó a correr detrás de ella rogando y suplicando para que no los devorara.Sin embargo el águila estallaba de risa y sin clemencia alguna se come a uno de los tres conejitos. Alzando el vuelo se va satisfecha haciendo gala de su poderío dejando al pobre conejo Nico dolido y humillado. Con los ojos llorosos el conejo Nicose queda mirando el vuelo del águila deseando justicia. A partir de ese día vigilaba el vuelo del águila para aprovechar cualquier ocasión para vengarse.En su guardia una tarde el conejo Nico notó que el águila no estaba anidando a sus huevos. Por lo que aprovechó la ocasión para subir a lo alto del árbol y encontrando los huevos del águila solos los cogió con atrevimiento.Con los dos huevos metidos en una mochilita bajó del árbol y entrando en su madriguera hizo una rica tortilla francesa de cena.Cuando el águila llegó al nido y descubrió que sus dos huevos no estaban, lloró amargamente porque tenía la ilusión de ver a sus polluelos jugar y volar libremente. Esto le hizo recordar alos conejitos que jugaban felices por el prado y se sintió muy arrepentida.PD:Con este alto precio el águila aprendió a no empequeñecer a los demás porque cuando alguien desea justicia, hasta el más débil saca fuerza y valentía.Autora: María Abreu
Revista Cultura y Ocio
Un conejo blanco llamado Nico vivía en una casita en medio del bosque. La casita estaba bien amueblada y tenía libros de cuentos cortos que leía a sus tres conejitos antes de ir a dormir. Era un hogar cálido y familiar.