Revista Cultura y Ocio

«El alcalde de Zalamea», con Carmelo Gómez, en el Teatro de la Comedia

Publicado el 26 octubre 2015 por Juliobravo
«El alcalde de Zalamea», con Carmelo Gómez, en el Teatro de la Comedia
La reapertura del teatro de La Comedia puede considerarse un felicísimo acontecimiento para nuestro teatro; supone recuperar un escenario emblemático que ha acogido importantese históricos estrenos -y lo que no son estrenos: allí se constituyó la Falange española-, que es desde 1986 la sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y que permanecía cerrado desde hace más de trece años. 

Se ha alzado el telón a lo grande, además: con una de las obras capitales de la historia del teatro español: «El alcalde de Zalamea», de Calderón de la Barca, en una producción tan admirable como modélica, dirigida por Helena Pimenta, y que ilumina la manera de afrontar el repertorio clásico, al tiempo con modernidad, rigor, respeto y profundidad.

Que «El alcalde de Zalamea» es un imponente monumento teatral es algo sabido y publicado. También que Pedro Crespo es uno de los más enormes y complejos personajes del repertorio. Carmelo Gómez, su intérprete, nos decía a Esther Alvarado y a mí, unos días antes del estreno, que es un hombre íntegro y fiel a sí mismo, y que él encontraba ecos de Pedro Crespo en algunos hombres de su tierra, León.

Pero si Pedro Crespo es un personaje gigantesco, no lo son menos su hija, Isabel, o Don Lope de Figueroa, por poner solo dos ejemplos en el texto. Son los tres personajes teñidos por el ocre de la tierra que pisan y trabajan, curtidos, vigorosos y recios, con las ideas enraizadas en sus cabezas y sus corazones.

Helena Pimenta ha convertido el escenario en un sobrio frontón, símbolo tal vez de la firmeza de las convicciones del protagonista, en las que se estrellan una y otra vez quienes pretenden que las tuerza y las modifique. En ese marco desarrolla su puesta en escena, tan brillante como perfumada; es una función que se ve y se escucha, sí, pero que también se huele, se toca y se saborea. Para gozar con los cinco sentidos. Y en la que la palabra de Calderón es la protagonista absoluto y se deja oír con claridad gracias a la versión de Álvaro Tato.

Me atrevería a decir que hay un antes y un después de la encarnación del personaje de Pedro Crespo por Carmelo Gómez. No solo por su penetrante retrato del alcalde, sino por la riqueza de matices e inflexiones vocales con que lo dibuja. Me cuesta dejar fuera de este comentario a uno solo de los intérpretes de la, repito, ejemplar función, pero concentraré el elogio en la conmovedora y maravillosamente juvenil Isabel de Nuria Gallardo (su mérito es enorme); al poderoso y dignísimo Don Lope de Joaquín Notario, al arrebatado capitán Don Álvaro de Jesús Noguero, y al atormentado Juan de Rafa Castejón.  

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