Resulta muy difícil darle el status que le corresponde al Alcoholismo como enfermedad en este siglo, y en todas las culturas y sociedades. Al alcohólico se le considera 'una persona con poca fuerza de voluntad'. Se hacen chistes de él (curiosamente, todos los chistes de 'borrachos' se refieren a hombres), y los mismos que en un momento instan a una persona a adquirir el 'hábito' (que le conduce a la enfermedad), luego le rechazan, cuando su enfermedad da la cara, espetándole: 'Es que no sabes beber'. ¿Verdad que suena cruel? Lo es.
El alcoholismo es una de las pocas enfermedades por las que puedes perder un trabajo. No te expulsarían por tener un cáncer, o por ser diabético, pero sí por ser alcohólico. El alcohlismo es una adicción que ocupa el segundo lugar en cuanto a la dificultad de 'desengancharse'. La primera es el tabaco. Es decir: el alcohol, en todas sus formas (cañita, litrona, combinado, copa, cubata) es una DROGA DURA.
Mucho más que la heroína o la cocaína, más que el éxtasis y otras drogas de diseño. El alcohol es como el Caballo de Atila: allá por donde pasa crea una total destrucción. No hablo ya de la destrucción del organismo en conjunto, sino de la familia, el entorno laboral, y en última instancia, la sociedad y los países. Así pues, cuando un enfermo se pone en tratamiento, es conveniente que sus hijos, pareja, padres y personas de su entorno también se dirijan hacia el tratamiento correspondiente, tratamiento que existe desde hace mucho y que muy pocos conocen. Hay grupos gratuitos de asistencia para los adultos que conviven con el alcohólico y otros especialmente diseñados para hijos de alcohólicos, que son 'carne de cañón' si no se tratan y que tarde o temprano desarrollarán síntomas que pocos psicólogos y ninguna pastilla pueden curar. Voy a dar una mala noticia: el alcoholismo NO se cura. El alcohólico es alcohólico para siempre, por tanto su única solución es parar la enfermedad y tratar por todos los medios evitar la recaída. El cuerpo del alcohólico, tiene ya cambios estructurales irreversibles en su cerebro. La abstinencia de alcohol puede revertir ciertos síntomas relacionados con el sistema inmunitario, coronario, respiratorio, cardiovascular, óseo, y ciertos índices como los relacionados con el funcionamiento del hígado, páncreas, glándulas endocrinas y estómago, pueden llegar a la normalidad. Sin embargo, siempre quedarán secuelas que tarde o temprano darán la cara: debilitamiento óseo, pérdida de actividades neuronales relacionadas con la memoria, atención, regulación del ciclo día/noche (especialmente, en mujeres deja secuelas graves de insomnio en algunos casos, que serán no tratables porque la medicación que puede ayudar contra el insomnio está contraindicada con el alcoholismo).
Afortunadamente, el abandono de la ingesta normaliza en términos generales el aspecto general, la inserción social, y la regulación del cuerpo, en un gran número de casos, siempre dependiendo de en qué grado se cortó la degeneración provocada por el tóxico. No importa todo lo que estoy contando aquí…si un alcohólico leyera esto, ninguna fuerza de voluntad podría frenar su ingesta. Da igual que su familia, pareja o hijos le digan 'Por favor, no bebas más'. No importa que haya perdido su trabajo, pareja, dinero, amigos… Sólo cuando el enfermo es CONSCIENTE de su enfermedad y llega a tal punto de sufrimiento que no puede más, es cuando se plantea uno de dos caminos: el suicidio (activo o pasivo), o la recuperación. Desgraciadamente cualquier tratamiento forzado suele no tener efecto, salvo el de la 'puerta giratoria': según el enfermo sale de la clínica de desintoxicación donde se le ha metido, vuelve a las andadas, para desesperación de quienes le rodean. Nadie se da cuenta del sufrimiento del enfermo, que, literalmente NO PUEDE curarse por sí mismo. La desintoxicación alcohólica y el tratamiento global son dos conceptos distintos. El enfermo ha sufrido tanto, ha perdido tanto en su recorrido etílico, que el simple hecho de quitarle el alcohol que hay en su cuerpo NO BASTA. La enfermedad se ha instalado como una fuerte huella cerebral, y volverá a beber. Curiosamente: el enfermo siempre acaba bebiendo EN CONTRA DE SU VOLUNTAD. Y es que no quiere beber. Se promete que 'hoy' no beberá, y antes de que se dé cuenta de ello, ya tiene una copa en la mano. Una vez ingerida la primera copa, la enfermedad le obliga a seguir bebiendo y bebiendo, no importa que vomite o se desmaye, no importa que entre en coma o que se duerma….en cuanto se pasa el momento de horror, el alcohólico vuelve a beber.
¿Por qué? Para no entrar en detalles anatómicos y fisiológicos, yo lo simplificaría diciendo que el cerebro, al recibir las primeras dosis del veneno, hace que el centro de control de impulsos quede bloqueado (ya no se pueden tomar decisiones de no beber, la fuerza de voluntad se anula), y otra zona del cerebro, que ha creado poco a poco nuevas estructuras que se adaptan a la ingesta de alcohol, exigen ser alimentadas del tóxico. De no ser así, 'castiga' al individuo con un síndrome de abstinencia tal que incluso hay casos que se ha llegado a la muerte, a través de un 'delirium tremens'. El alcohólico es una víctima de una terrible enfermedad. ¿Por qué unos pueden beber y otros no? Por la misma razón que unos tienen tendencia al cáncer de mama, otros son diabéticos y otros no tienen una emocionalidad normal: existen pruebas de que el cerebro y el sistema nervioso es DISTINTO. La persona tiene rasgos de carácter previos a la ingestión habitual que son fáciles de ver, ya que vienen condicionados genéticamente y el ambiente simplemente da el pistoletazo de salida para que la ingesta habitual se produzca. Una vez comenzado el ciclo, lo habitual es que no pare…salvo en algunos casos en que el sufrimiento es tal que el enfermo, más allá de los estigmas y etiquetas sociales, tiene el gran valor de ponerse en tratamiento. Este tratamiento tiene varias fases: inicialmente se centra en la abstinencia y en la ayuda para que no ingiera. Posteriormente, se centra en los síntomas y condicionantes que hacían que esa persona bebiera. Y por fin, resuelve problemas de carácter que hacía que esos síntomas hubieran aparecido y se cronificaran. A grandes rasgos, la personalidad adictiva, tiene unas características estadísticamente muy frecuentes, antes de que la adicción tome forma: Necesidad de sobresalir en algún aspecto de la vida (físico, social, sexual, laboral), para compensar su falta de autoestima y para buscar apoyo, comprensión y cariño, que cree debe 'merecer'. Perfeccionismo extremo y por tanto inconformismo constante. Muy baja resistencia a la frustración. Vacio interno inabordable, soledad incluso estando con más personas, sensación de no ser comprendido. Más que soledad, desolación, como si hubiera un muro entre uno y los demás. Notorio convencimiento de ser diferente y por tanto no poder cubrir la necesidad de apego social. Necesidad extrema de consumir algo, en principio no necesariamente adictivo, que 'llene' el cuerpo; tabaco, comida, dulces, algunas bebidas. Sin embargo, esa sensación de 'estar lleno', dura poco o nunca llega. Conductas obsesivo compulsivas: trabajo compulsivo, preocupación exagerada sobre el aspecto físico, necesidad de sacar las mejores notas en el colegio, comparación permanente con otros, y lucha constante por estar al mismo nivel que otros es ese aspecto elegido para la comparación. Sexo o compras compulsivas. Sustitución de una compulsión por otra. Estrés y depresiones recurrentes y finalmente crónicas. Muchos ingresos en urgencias, cada vez más frecuentes, con este diagnóstico, si bien el malestar lo produce principalmente la ingesta de alcohol. Pérdida de sentido de la vida. La personalidad de base es boicoteadora, todo lo que construye la persona después lo destroza, y su historia de vida está llena de grandes logros seguidos de grandes fracasos y humillaciones. Sistemas de autocastigo encubierto. Matrimonios poco convenvientes con altos niveles de insatisfacción y sufrimiento, somatizaciones constantes por no poder desahogarse emocionalmente, asunción de más responsabilidades de las que puede abarcar, y un sistema de vida basado en, por un lado, un intento de evitar responsabilidades o de enfrentarse a los miedo, y por otro lado, como si fuera una especie de compensación, el sacrificio constante, en un esfuerzo exagerado…hasta que el organismo o el sistema emocional explota, literalmente, y rompe todo lo que tiene alrededor: objetos, relaciones, éxitos… Mente en constante ebullición, siempre llena de ideas recurrentes que producen emociones exageradas, siendo imposible parar el discurso interior. Estilo de pensamiento insano: catastrofizante, dicotómico, parcial, crítico, como si el pensamiento se convirtiera en otro tóxico. Salida del Aquí/ahora con miedo extremo al futuro y constantes viajes al pasado, sobre todo al que más duele. Imposibilidad de disfrutar del presente, de proporcionarse placeres. Necesidad de estar preocupado por asuntos propios o ajenos (familia, sociedad, país…todo lo que no es controlable por uno mismo). Egocentrismo extremo: sólo importan los propios problemas, y si se toman los problemas ajenos, parece que fuera por la necesidad de sufrir más.
Curiosamente, el autoabandono en cuanto a la salud, y luego respecto al aspecto físico y finalmente la higiene, se hacen cada vez mayores y sustituyen la exagerada importancia a la imagen que inicialmente tuvo Pavor a ser abandonado, a la soledad permanente. Por ello, se disparan los celos y las conductas de entrega absoluta, de dar y dar para ser amados o en su defecto, ser necesitados Incapacidad para cortar relaciones malsanas. 'Tener razón'. No puede entender que le quiten la razón, querrá siempre salirse con la suya, manipulando o autolesionándose, y luchará más allá de la vehemencia para decir la última palabra. Mentiras. Mentiras respecto a su ingesta, a los motivos de la misma o para justificar su ausencia para beber. Mentiras respecto a si mismo, con aires de grandeza o exagerado victimismo, o ambas cosas alternativamente. Frecuentes lagunas mentales y despistes, olvidos, lapsus…cada vez mayores y más graves, a medida que la enfermedad avanza.
Colaboradora: Sara Arribas Aparicio
Doctora en Psicología por la Universidad Autónoma e Madrid.Experta en Coaching
Creadora del Método Fusión.
*Imagen tomada de elalcoholl.blogspot.com