Llegamos al Algarve cuando es noche cerrada. Los días se nos van en excursiones. Casi no dejamos ni un rincón por recorrer. Sobrecogedor el atardecer en el Cabo de San Vicente. Magnífica la playa de Sagres. Una cerveza en la Pousada, con el mar al frente y un baño en la playa de la Mareta. Una mariscada deliciosa en Olhao, más playas en la Isla de Tavira.... Ir y volver. La vida era esto.
Un país para enamorarse con Anabelén al fondo: presiento que me aguarda ya el final del tiempo gris....
Volvemos a España, pero aún nos da tiempo, antes de cruzar la frontera, de hacernos con esa delicia que los españoles ya estamos tardando en hacer nuestra: