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Juan Lehmann
Desde Argentina
Las controversiales declaraciones del candidato presidencial libertario Javier Milei abren interrogantes sobre el futuro diplomático del país. De la ruptura con China y los BRICS al estricto alineamiento con Estados Unidos e Israel: ¿qué consecuencias geopolíticas despertaría la llegada del ‘outsider’ al Gobierno argentino?
Desde que Milei se consagró como el candidato más votado en las primarias presidenciales, sus declaraciones otrora marginales cobraron una inédita centralidad. Sus ideas más histriónicas, como la de habilitar la venta de órganos, formaban parte de una agenda secundaria.
Hasta que salió primero en las urnas y abordó su agenda diplomática, con lo que las alarmas trascendieron las fronteras.
El alineamiento con Estados Unidos e Israel proferido por el líder de La Libertad Avanza no habría despertado tanta controversia si el economista no hubiera calificado a China de «país comunista», marcando su voluntad de romper abiertamente con los BRICS (Brasil, Rusia, la India, Sudáfrica y el gigante asiático) tras el tan ansiado ingreso de la Argentina al bloque ampliado.
«Lo que Milei propone supondría una ruptura pocas veces vista en el país», dice a Sputnik el analista internacional Marco Teruggi. Según el sociólogo, «es una posición absolutamente ideologizada».
«La idea de no entablar acuerdos por considerar que un país es comunista es una mirada que no guarda relación con las posibilidades que ofrece la geopolítica, sin contar que sostener que China es comunista constituye un error garrafal», afirma el experto.
Considerando que China es el segundo mayor socio comercial de Argentina —solo superado por Brasil— y que sus capitales financian obras de infraestructura en todo el país, el analista internacional Eduardo Martínez opina que «Milei es un liberal particular porque no prioriza comerciar lo máximo posible, sino que ve el mapa geopolítico con un prisma sesgado».
«Milei fue muy hábil e inteligente para capitalizar el voto desencantado con la política, pero no parece serlo para trazar un horizonte en las relaciones diplomáticas. Esta línea de acción supondría encerrar a la Argentina geopolíticamente», sostiene Martínez.
Causas y consecuencias
Según los especialistas consultados, el efecto que acarrearía un posicionamiento internacional como el propuesto por el candidato es difícil de cuantificar. «Esta política exterior traería varios problemas. Hoy estos países ocupan un lugar central en el comercio exterior, y retroceder en esa materia impactaría de lleno en las arcas públicas», apunta Teruggi.
El sociólogo se refiere explícitamente al arribo de Argentina al BRICS —a donde recientemente ingresaron también Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes Unidos—, como paradigma de una oportunidad que quedaría echada por tierra en caso de romper con las potencias que lo conforman.
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«Los BRICS tienen una bandera central, que es la de profundizar el comercio entre monedas de los países para disputar la hegemonía del dólar en el sistema financiero internacional. Eso para Argentina, que está en una crisis de sobreendeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que no tiene reservas en el Banco Central, es un horizonte de inserción interesante«, explica el especialista.
«La oportunidad de acercarse al Nuevo Banco de Desarrollo es interesante por la posibilidad de que se traduzca en financiamiento. De todos modos, como aún no se ha firmado ningún compromiso, creo que si se rompieran las relaciones tampoco habría un costo demasiado elevado», apunta Teruggi.
Martínez coincide con su colega en cuanto a la imperiosa necesidad de financiamiento que tiene el país austral ante la escasez de divisas y la abultada deuda con el FMI.
El analista remarca que «los BRICS crearon un fondo de contingencia por fuera del dólar para prestarle a los países que tienen problemas. Argentina, al ingresar al espacio, puede acceder a ese fondo. Es decir, inclusive puede ser conveniente en caso de que el FMI no nos quiera prestar más».
La encrucijada continental
Independientemente de los particulares calificativos que el economista libertario vertió sobre los socios comerciales de Argentina, el punto central de su mirada global reside en el alineamiento con Washington.
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Teruggi considera que «en términos concretos, el comercio con Estados Unidos e Israel aporta muy poco a Argentina en materia de inversiones, por ejemplo. Ahí está el meollo del asunto: el abordaje de Milei no mira las potenciales oportunidades de expansión económica, sino la afinidad política».
Según Eduardo Martínez, «el acercamiento a la Casa Blanca y la propuesta de dolarizar la economía parecieran ir a contramano del rumbo que están adoptando las distintas potencias. No pareciera ser una visión pragmática».
Posando la mirada sobre las relaciones bilaterales con los países vecinos y centralmente Brasil, por su destacado rol en el vínculo comercial, el investigador considera que el distanciamiento respecto a Brasilia «podría echar por tierra los avances con un país que ahora también propone mecanismos de integración estratégicos, como un gasoducto que conecte a ambos Estados para la provisión de energía».
«Si se impone Milei, veo posible que se congele el vínculo con el Mercosur (Mercado Común del Sur), en línea con la política trazada por [el expresidente] Jair Bolsonaro en Brasil. De todos modos, una política de disgregación regional no tiene demasiado horizonte en esta época», estima Martínez.
Dado que el Gobierno de Alberto Fernández anunció a principios del 2023 el regreso del país a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), un distanciamiento respecto a los Estados vecinos supondría un quiebre de la tendencia integradora.
Teruggi destaca que «cualquiera que quiera proyectar una política económica con industrialización y desarrollo debe mirar a Brasil, y ese debería ser un consenso interpartidario», dado el tamaño de la economía del país lusófono, la más grande de la región latinoamericana.