La vida de Manuel se quebró tras un mal divorcio ¿Cuántos españoles -hombres y mujeres- podríamos vernos como él? Yo conozco a unos cuantos y estoy seguro de que muchos de vosotros, también.
Después de hablar con Manuel recordé la Ley de Segunda Oportunidad que presentó UPyD en el Congreso y que fue aprobada mucho tiempo después por el PP con amplias modificaciones que desvirtuaron grandemente su contenido. No hay segunda oportunidad en España para nadie. Un mal divorcio, una mala racha económica, una enfermedad rara, un despido, cualquier circunstancia anómala te quiebra la vida y España te condena a vivir en la calle, a la marginalidad, incluso a perder una pierna. No hay segunda oportunidad, no hay piedad.
No sé cuántos Manuel hay por las calles de España pero sí sé que su alma debe impregnar a un partido como UPYD. El alma de alguien que mantiene una sensibilidad especial a pesar de los golpes porque en su equilibrio mental tiene su mejor virtud. Mantener intactas la razón y la emoción no es tarea fácil cuando las vicisitudes se ponen de acuerdo en llegar todas al unísono. UPYD ha superado los obstáculos y ha mantenido intacto el proyecto, así pues ahora es el momento de la emoción.
La nueva etapa que se abre tiene que servir a UPYD para enganchar con el electorado desde la emotividad de sus planteamientos porque no pueden entenderse nuestras propuestas políticas si las despojamos de sentimientos, principios y valores. ¿Cómo entender la custodia compartida sin el cariño hacia hijos, madres y padres? ¿Cómo entender la dación en pago sin el valor de la justicia social? ¿Cómo entender el contrato indefinido de indemnización creciente sin el principio de equidad? ¿Cómo entender la lucha contra la corrupción sin el principio de igualdad ante la ley?
Si el proyecto político de UPYD fuera sólo un conjunto de propuestas programáticas, este partido no habría sobrevivido a las vicisitudes. Frente a un PPSOE convertidos en agencias de colocación y a unos Podemos-Ciudadanos ejerciendo de empresas de trabajo temporal, UPYD desprende emotividad desde un alma magenta que debemos liberar para que sea apreciada por la sociedad española a la que pertenecemos. A fin de cuentas, ¿qué somos, si no meros miembros de un colectivo social?