Uno de los grandes traumas que conservo de la infancia y adolescencia es mi nula disposición para el estudio de las matemáticas y las ciencias en general. Mis notas eran un continuo desnivel entre las asignaturas llamadas de letras y las de ciencias, así que hasta tercero de BUP no pude estudiar tranquilo, sabiendo que todas las disciplinas se ajustaban a mis capacidades.
Digo esto porque es posible que mi rendimiento hubiera sido muy distinto de haber tenido un profesor como Eduardo Punset, un hombre que sabe transmitir entusiasmo y le quita a la ciencia su proverbial carga de seriedad. Ayer vi en youtube una disertación de Michiu Kaku y aprendí más de física en una hora que en un par de años de instituto. Con esto quiero decir que en los últimos tiempos los científicos han potenciado la mejor arma que tienen para llegar al gran público: la divulgación de sus conocimientos de forma sencilla, práctica y divertida. Además, la ciencia ya no es una disciplina solitaria, sino que entronca con la historia, la filosofía, la ética o la antropología, como he podido advertir leyendo a autores como Richard Dawkins o Jared Diamond.
Así pues, poco a poco intento ir informándome de los nuevos avances en estos conocimientos fascinantes como en astronomía o neurología. Lo cierto es que se me escapan muchas cosas, pero libros como El alma está en el cerebro, con su claridad expositiva, ayudan a hacerse una idea del estado de la cuestión en esta materia. Leyendo, aprendo por ejemplo, que la mayoría de la información que se procesa en nuestro cerebro a la hora de tomar una decisión opera de forma inconsciente y una mínima parte de forma consciente. Seguimos siendo en gran parte animales, aunque la naturaleza nos diferenció del resto regalándonos un magnífico desarrollo de la corteza cerebral, lo cual nos permite elaborar el pensamiento abstracto, imaginar el futuro o enjuiciar nuestros propios actos:
"El cerebro utiliza grandes cantidades de memoria para crear un modelo del mundo. Todo lo que sabemos y aprendemos se almacena según este modelo. Comparando lo que hay en nuestra memoria con lo que perciben nuestros sentidos, podemos hacer predicciones de sucesos futuros: y es precisamente la capacidad para hacer predicciones lo que define la inteligencia."
Es imposible resumir aquí todo lo que ofrece Punset en su libro, fruto en gran parte de las entrevistas efectuadas a sabios de todo el mundo en el programa Redes: por qué a la sociedad le interesa educarnos como consumidores, un estudio sobre los psicópatas, la naturaleza humana (que se somete con extraordinaria facilidad a la autoridad) descrita por el experimento Milgram. Al final, el mensaje es a favor del optimismo vital. Si bien nuestro cerebro puede jugarnos malas pasadas, hacernos ver el futuro negro y caer en depresiones. Pero es imposible predecir el futuro, solo podemos aventurarnos a ello. Al final el ser humano acaba adaptándose a todas las situaciones y, si es inteligente, a sacarles partido. Es imposible buscar la felicidad plena, en todo momento, porque no existe. Les dejo un párrafo cuya lectura parece muy adecuada para estos días:
"En general, parece darse la tendencia a arriesgar más para evitar una pérdida que para consolidar una ganancia. "Hay gente que incurre en riesgos mayores para evitar pérdidas, por ejemplo, en los escándalos políticos". (...) "A menudo, lo que acaba con el político no es el pecado original - que suele ser bastante menor -, sino el proceso de intentar esconderlo. Es decir, que se arriesga más para cubrir una pequeña pérdida que para acentuar la posibilidad de una ganancia."