Revista Cine
El estreno de El Origen del Planeta de los Simios (Rise of the Planet of the Apes) en 2011 convenció, hasta a los más escépticos, de la evidencia que el reinicio de la mítica franquicia se asentaba sobre pilares consistentes. El film trazó un camino sólido que armó una saga capaz de atraer a todo tipo de público.
El guión de Rick Jaffa y Amanda Silver presentó un origen reajustado y contemporáneo a los hechos que estamos viviendo. Además del potente mensaje naturalista, la aplicación de la tecnología "motion-capture" y la soberbia presencia del mejor actor del mundo en estas lides, Andy Serkis, garantizó un éxito que auguraba una pronta secuela.
Con la llegada de Dawn of the Planet of the Apes, la ruta trazada en un principio se ha fortalecido aún más. Esta secuela supera ampliamente a su predecesora en tono, guión, contundencia, y trascendencia. Pero vayamos por partes.
Ocho años después de la rebelión en San Francisco (nos situamos en un hipotético 2026), César (Andy Serkis) y el resto de los simios evolucionados que le siguieron, han formado una estructurada comunidad en los Muir Woods. Mientras la humanidad perece bajo los efectos del virus ALZ-113 y las sociedades colapsan, los simios dan la bienvenida a una nueva generación que algún día tomará el liderazgo de un colectivo en expansión.
Pero no todos los humanos han desaparecido. Una pequeña parte de la población mundial ha demostrado ser inmune al virus aunque la caída del suministro eléctrico y la paralización del tejido industrial y comunicativo, impide que haya conexión entre las diferentes colonias. En San Francisco, el grupo de humanos está liderado por Dreyfus (Gary Oldman), un ex-militar que, tras perder a toda su familia, mantiene el sueño de que la especie pueda perdurar en el planeta. Su hombre de mayor confianza es Malcolm (Jason Clarke) quien está convencido que se puede volver a poner en marcha una antigua central hidroeléctrica que abastezca de nuevo a la ciudad y permita que se pueda entrar en contacto con otras colectividades que han sobrevivido. Pero internarse en los Muir Woods conlleva riesgos y muy pronto la tranquilidad de la que disfrutan César y sus congéneres se verá perturbada para siempre.
La premisa argumental no parece de entrada demasiado sorprendente pero lo importante en este caso es como Rick Jaffa, Amanda Silver, y Mark Bomback (autor de una reescritura de guión) han conseguido que esta lucha por la supervivencia entre dos especies consiga llegar al espectador con fuerza huyendo de la autocomplacencia y asumiendo riesgos. La entrada de Matt Reeves (sustituyendo a Rupert Wyatt) como director encaja en este montante al plantear un giro en la puesta en escena y en la ambición visual de la película. El aumento de escala es espectacular y con ello Reeves nos regala escenas magistrales.
Este Amanecer supera a su predecesora porque, sintiéndose más liberada de estereotipos vinculados al origen de una saga, extiende su propuesta y se libera del mensaje naturalista-ecologista para colocarnos ante un dilema más existencial y menos políticamente correcto. La cinta nos habla del hecho que la conciliación entre colectividades siempre está en peligro por los elementos radicales presentes en AMBOS lados. Ese es el terreno de juego en el que Matt Reeves arma el film y resulta fácil extrapolarlo con los conflictos que asolan nuestro mundo actual y que, en muchas ocasiones, dependen de acontecimientos violentos que buscan dinamitar acuerdos globales que se establecen a un nivel superior. Creo que el éxito de Amanecer se sustenta en que huye del maniqueísmo para mostrarnos que la semilla del mal y la discordia se oculta en los dos bandos enfrentados. Siempre es importante que una película, con vocación de blockbuster, mantenga una apuesta en favor de la complejidad narrativa y no recurra a los discursos habituales que vemos demasiadas veces en pantalla y que la nueva entrega de Transformers se encarga de perpetuar.
Hay que comprender las posiciones de unos y otros para poder valorar. Y en este sentido Matt Reeves se encarga de que el visionado de la película nos dote de los elementos necesarios para que, más allá del bien y el mal primigenio, podamos abrir una escala de grises.
Por otra parte, esta secuela resalta también en la manifestación de la fiereza de los simios. Desde la magnética escena inicial y el resto de la introducción, donde somos testigos de la forma de vida de los simios en libertad, ya comprobamos que estamos ante una película más ambiciosa y trascendente. Dar espacio a César y los suyos para que muestren su día a día es un acierto total. Una lección de etología cercana ya a la antropología porque estos simios avanzan, a pasos agigantados, hacia un estado de evolución constante.
Si, además, tenemos en cuenta la contundencia en los momentos cumbre, la dimensión de los personajes simios, y la espléndida planificación de las escenas de combate urbano, nos encontramos con un film que otorga mayor vigor a la franquicia y nos prepara para un enfrentamiento épico que, a buen seguro, tendrá lugar en la ya anunciada tercera entrega.