Título original: L'amant
Autor: Marguerite Duras
Ficha: Tusquets, Barcelona, 17ª ed., 1992.
Nº Páginas: 152
El primer libro de Marguerite Duras que cayó en mis manos fue El amante. Yo tenía 26 años, estaba entonces explorando mi pluma, y Duras fue para mi, al igual que Françoise Sagan y Alfonsina Storni, una revelación. El libro, como he dicho, cayó en mis manos, no porque lo comprara o lo buscara expresamente en alguna biblioteca, sino porque lo encontré sobre un pupitre, al final de una última clase. Esperé hasta el día siguiente para averiguar a quién pertenecía el ejemplar, pero ninguno de mis compañeros lo identificó como suyo, de modo que me quedé con el libro y, por supuesto, lo leí enseguida.
Recuerdo que al principio dudé de que una chica de 18 años escribiera de esa forma acerca de sí misma. Quiero decir, dudé de que contara su experiencia primera en el sexo -a los 15 años y medio- sin nada que revelara algo más que una mera curiosidad sexual, a pesar de su intensa necesidad de amor, que fermentaban la muerte prematura de su padre, el desamor de su madre y los conflictos con su hermano mayor. Después de todo, la adolescencia en las muchachas transcurre en un vuelo imaginario de amores imposibles y romances épicos. En Duras, en cambio, lo romántico apenas se percibe al trasluz de las romanillas de la habitación en el barrio de Cholen; lo sublime sólo surge en momentos puntuales, como cuando el amante chino lava su cuerpo después de hacer el amor; y ni siquiera entonces ella se permite nada más profundo que logre traspasar sus sentidos. Esto me impactó, porque no entendía su distanciamiento emocional del muchacho, que sí se declara perdidamente enamorado de ella; no me convencía que su único incentivo fuese simplemente algo material.
Hace un par de días, el azar me hizo tropezar de nuevo con El amante de Duras. En esta relectura, una vez más me ha desconcertado la manera de estar el uno con el
otro, de llegar a la intimidad sin alcanzar jamás la confianza mutua, la
falta de determinación de ambos para derribar totalmente la barrera
étnica. Pero en esta ocasión he conseguido rescatar lo que había olvidado, o acaso no había tomado en cuenta anterioremente. En primer lugar, que el único verdadero amor para ella, el que siempre está en primer plano y desplaza a cualquier otro semejante es el que siente por su madre, y en un nivel superior, el que siente por su hermano menor. Se trata, sin embargo, de un amor con doble faz, pues alberga también odio y dolor, lástima y vergüenza. En tales opuestos se manifiesta casi siempre su resentimiento hacia el hermano mayor.
En segundo lugar, la precaria situación económica en la que viven, la frustración de su madre debido al fracaso de una concesión en la que invierte todos sus ahorros y que termina inundada por las crecidas del Mar de China; el acecho constante del «cazador», como suele referirse a su hermano mayor; la debilidad del hermano menor, presa del miedo frente a aquel. Todo esto quizá explique su precocidad, su pragmatismo materialista, su rebeldía contra los convencionalismos de la sociedad francesa trasplantada en Indochina, y su decisión de marcharse a París.
En tercer lugar, la importancia que adquiere para ella su país natal, el entorno en el que crece, el hecho de pertenecer al más bajo estatus de la colonia francesa en Indochina, la geografía que la circunda: «Mi madre, a veces, me dice que nunca, en toda mi vida, volveré a ver ríos tan hermosos como éstos, tan grandes, tan salvajes, el Mekong y sus brazos que descienden hacia los océanos...» Este medio domina el relato de principio a fin, no tanto porque sea el que lo enmarque, como porque es, en definitiva, el que ha moldeado la personalidad y la actitud de Marguerite Duras.
Estas circunstancias subyacen en la confesión que aparece al comienzo del libro: «Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde». ¡Y vaya si lo fue! Me fascina la audacia de Duras, su resuelta iconoclasia al desafiar costumbres y reglas a través de esta autobiografía, que se inscribe en el período en que despuntó el movimiento del nouveau roman, del cual Duras es una de sus más destacados representantes. Sin embargo, desconfío un poco de ella por lo que revela y por lo que calla, sobre todo después de saber algunas cosas, como que es un libro que fue escrito por encargo, y cuyo título al principio era La fotografía absoluta. Según dice Duras, la fotografía en cuestión era "ese instante de la barcaza. Sólo un hombre, un coche negro, una chica y autobuses de indígenas. Ahí empezó todo, una vez cruzado el río" (Entrevista de Bernard Pivot a Marguerite Duras - 1984). No me parece que fuera un título adecuado para una historia así, se me antoja impersonal, sin conexión alguna con la experiencia que se narra.
Desconfío, además, porque en la conversación que sostiene con Pivot, a cada pregunta que éste le formula, ella responde después de mucho pensar la respuesta -en televisión, cinco segundos es mucho tiempo-, como si la elaborara mentalmente porque temiera incurrir en algún desliz contradictorio, deformante o destructivo respecto de lo que ha descrito en el libro, o porque le place regodearse en el aura de misterio que ha construido alrededor de su vida. En fin, no lo sé, quizá son impresiones mías sin fundamento, acaso la verdad es que Duras se tarda en responder porque la entrevista le remueve los recuerdos; porque le afectan todavía sus vivencias; porque no ha superado la vergüenza de una vida familiar salvaje y pobre... ¡Qué sé yo! Lo que sí sé es que Duras es una escritora que no pienso dejar de leer y releer.
Margerite Duras (su verdadero apellido era Donnadieu), novelista, dramaturga, guionista y directora de cine, nació en Gia Dinh, un pequeño pueblo al norte de Saigón, en la Indochina Francesa que hoy es Vietnam, en 1914. Allí vivió hasta los 17 años, cuando se marcha a Francia y comienza estudios de Matemáticas, que luego abandona por los de Derecho y Ciencias Políticas, de los que finalmente se recibe. Participó activamente en la política y fue miembro del Partido Comunista Francés hasta su expulsión en 1953. Mientras estuvo casada con Robert Antelme mantuvo una relación con Dionis Mascolo, el padre de su único hijo fallecido en 1942. Escribió cantidad de obras, pero El amante es su novela más conocida, por la que obtuvo el Premio Goncourt en 1984 y ha sido traducida a más de cuarenta idiomas. Duras falleció a consecuencia de un cáncer de garganta, en París en 1996. Dos años después, la periodista Laure Adler publicó una biografía intitulada Marguerite Duras: A Life, que obtuvo el Premio Femina de Ensayo en Francia, y que ha sido traducida al español por Thomas Kauf y editada por Anagrama en el 2000 bajo el título Marguerite Duras.
publicado el 23 enero a las 15:39
me encanta este libro gracias por escribirlo