Aquel barco acabó saliendo con casi cinco horas de retraso, es decir, de acuerdo a lo esperado. El motor empezó a rugir a las 14:40 y por fin nos separamos del muelle de Santarem. A partir de ese momento teníamos por delante dos días de navegación en el río más famoso del mundo.
Santarem desde el Amazonas
El Amazonas es una leyenda y remontarlo un clásico para los viajeros. Son 6800 km de agua (el más largo del mundo), desde que nace cerca de Arequipa, Perú, hasta que desemboca en el Atlántico en Belem. Se puede empezar la travesía marina en lugares tan alejados como Ecuador o Perú (Iquitos). Desde allí te puedes pasar fácil un par de semanas cambiando de barcos hasta completar el viaje.
Esa es la opción más extrema, sólo apta para viajeros realmente hardcore con mucha paciencia y tolerancia para vivir una buena temporada en condiciones algo lamentables, Lo más habitual es hacerlo desde la triple frontera Colombia - Perú - Brasil en Tablatinga (8 días ) o desde Manaus (5 días).
Nosotros, no obstante, habíamos decidido que los dos días que se tarda en navegar desde Santarem a Belem eran más que suficientes y, a posteriori, creo que fue la elección correcta teniendo en cuenta el problema de falta de tiempo que viene sufriendo este viaje en su última etapa.
Hay dos formas de viajar en un barco que hace el Amazonas: en camarote o en hamaca. En el primer caso uno tiene su espacio privado, pequeño pero con una cama de las de verdad. Lo segundo es más incómodo pero definitivamente más auténtico.
Camarote de lujo...
En una de las cubiertas del barco hay habilitado un espacio amplio con barrotes en el techo para que la gente cuelgue allí sus hamacas. Allí se amontonan todos los pobretones que no quisieron / pudieron pagar el camarote que sale por más de 400 reales cuando el pasaje en hamaca vale 100. En nuestro caso pesó tanto el argumento económico como el de la originalidad. ¿qué mariconada es esa de ir en camarote? Si uno va a hacer el Amazonas tiene que hacerlo de verdad, como los locales.
Así que nos compramos las hamacas más baratas que había en el mercado de Santarem y las colgamos donde pudimos. Otro de los clásicos de viajar en barco. Como tengas mala suerte y vaya lleno vas a tener gente que te va a plantar las hamacas encima tuya, o pegadita al lado. El grado de hacinamiento puede llegar a ser bastante tremendo .
Socializando en el barco
Además la elección del lugar donde colgarla no es casual. Cuanto más al centro mejor porque en los extremos están los baños que, especialmente cuando el barco está parado y el aire no corre, emiten un olor a meados terrible.
Se recomienda aparecer en el muelle entre las seis y las siete de la mañana, en cuanto dejan subir a los pasajeros al barco, para así poder pillar un hueco decente. A partir de ahí sólo queda rezar para que no haya overbooking y tengas una separación mínima con el de al lado para que cuando el barco se menee no se te venga encima.
Nosotros tuvimos esa suerte. Al parecer en Santarem se había bajado mucha gente y nuestro barco tenía un grado de ocupación razonable. No era que estuvierámos sobrados pero tampoco teníamos a los de al lado encima. Lástima que habíamos llegado un poco tarde y acabamos pillando un espacio que no estaba todo lo alejado que hubiéramos querido del nauseabundo baño.
Además resultó que había un viejo conocido viajando con nosotros. Creo que ya lo comenté anteriormente. El mundo de los mochileros acaba resultando ser muy pequeño y, por increíble que parezca, acabas reencontrandote en los lugares más inesperados con gente que conociste anteriormente. Ni me sorprendió cuando oí que una voz con acento argentino me llamaba. Resultó ser Diego, el argentino que conocimos Davis y yo en Playa Blanca.
Hacinamiento a bordo
Mientras yo hacía Venezuela el hombre se había entretenido más tiempo en Colombia y había acabado haciendo el Amazonas desde la triple frontera (es decir, estaba ya un poco hasta las pelotas de barco). Con él viajaban Sergio y Facundo, otro español y otro argentino respectivamente.
Había por allí además algunos personajes interesantes más. Un sudafricano que llevaba dos años viajando por Sudamérica y había tenido la genial idea de pasar de hamacas y plantar su tienda de campaña allí en medio. Un colombiano que llevaba la bici con la que estaba recorriéndose el continente en la bodega del barco.
Genial encontrar buen rollete mochilero que no sólo hace el trayecto más divertido sino también más seguro. Cuanta más gente pendiente de las mochilas mejor. Los barquitos amazónicos son famosos por la cantidad de equipajes que se “pierden” en el transcurso del viaje. Hay que estar especialmente atento antes y durante el tiempo que el barco hace alguna escala. Como siempre, tampoco hay que dejarse llevar por la paranoia o uno acaba no disfrutando del paseo.
En cuanto al barco en sí pues era más o menos lo esperado. Es lo bueno de ir documentado. Si me lo ponen por delante sin saber nada del tema me hubiera parecido un cuchitril sucio y apestoso. Pero como había leído ya al respecto de las dudosas condiciones higiénicas de este tipo de transporte en la Lonely y en blogs de viajes, cuando me ví allí dentro no me pareció tan terrible.
Sole en el barco
Aparte de la cubierta de las hamacas había una inferior donde cocinaban y llevaban la carga y otra superior descubierta con un bar que servía bebidas frías y unas mesitas para sentarte a tomar algo contemplando el río. Un sitio bastante agradable. Si la cerveza brasileña fuera sólo algo más decente ciertamente me hubiera pasado bastante tiempo bodegueando allí arriba.
En la cubierta de las hamacas estaban los cuatro baños (dos de ellos también) ducha de los que ya he hablado, con ese olor a pis añejo que hacía que uno procurara visitarlos lo menos posible. Había también un camarote en el que servían las comidas y cenas que se cocinaban abajo (bastante decentes, por cierto), unos grifos que daban agua no sólo potable sino también fría, y un enchufe!!
Ese enchufe amigos es posiblemente el responsable de que aún tenga alguna opción de tener actualizado este blog el día en que esté tomando ese vuelo de Salvador a Frankfurt. Pudiendo cargar el notebook y con tantísimo tiempo por delante lo tenía muy fácil para ponerme a escribir y acabé produciendo cinco posts, desde Roraima hasta Alter do Chao.
En fin, creo que con esto os habreis podido hacer una idea más o menos de cómo funciona esto de subirse a un barquito a navegar el río más famoso del mundo. Cuando ves el percal te entran ciertas dudas sobre si de verdad fue una buena idea, si de verdad vas a disfrutar de dos días metido ahí dentro. Afortundamente a las primeras de cambio el Amazonas te demuestra que no estás perdiendo el tiempo allí.
A la salida de Santarem se produce el fenómeno llamado Encontro dos Rios. El Amazonas, color café, se junta con el Tapajos, color más azulado y, durante un buen rato, ambos ríos discurren paralelos sin mezclarse.
Encontro dos Rios
El fenómeno se produce a causa de la distinta densidad de las aguas y el efecto es realmente sorprendente. Son como dos ríos diferentes que no quieren saber nada el uno del otro pero se ven obligados a coexistir en ese cauce. Una franja marrón y una azul paralelas separadas por una frontera invisible.
Aquello tiene ese pinta durante un buen rato hasta que el marrón empieza a comerle cada vez más y más terreno al azulado. El Tapajos ha perdido su batalla y desaparece absorbido. Lo que prevalece son las aguas más marroncillas del río más famoso del mundo: el Amazonas.