LA NATURALEZA NO HACE NADA EN VANO. Aristóteles
El amianto ha sido un producto muy usado en la fabricación de viviendas y como componente industrial. Ello se debe a que es ligero, de fácil manejo, soporta extraordinariamente bien el calor y es un aislante muy bueno. Durante años se utilizó para la fabricación de embragues y frenos de coches, trajes de bombero, como aislamiento en fundiciones y barcos, y con la marca comercial de Uralita en la construcción. Su presencia ha estado presente en casi todos los órdenes de la vida, hasta que se prohibió su empleo en el 2002 en el estado español.
El amianto ha arruinado la vida de muchos trabajadores y ciudadanos que estuvieron en contacto con él. Lo cruel es que desde principios del siglo XX se conocía que era perjudicial para la salud, pero las autoridades consideraron que eran superiores las ventajas que aportaba a la industria. En la actualidad hay cientos de edificios y pabellones industriales con uralita en los tejados, debajo de los cuales se practica deporte, trabaja o se guardan materiales. Para su desmontaje hace falta la presencia de empresas especializadas que se hagan cargo de los residuos y que utilicen los medios de autoprotección adecuados.
Mientras tanto, ningún gobierno ha manifestado el más mínimo interés por controlar estas bombas de relojería que producen cáncer en la población. Quizás sea porque el desarrollo de éste es tan lento que en la práctica se hace muy difícil demostrar que los cánceres y los mesoteliomas producidos por la asbestosis se produjeron al tener contacto directo con la Uralita. Pero lo cierto es que son muchas las personas que conviven con él en cobertizos, recintos escolares o en empresas.
De hecho, es muy corriente encontrarse planchas de Uralita en vertederos o escombreras, que acampan en compañía de otros desperdicios sin ningún control. No estaría de más que, junto a las ayudas por rehabilitación de viviendas se incluyeran apartados específicos para el tratamiento del amianto, o que la autoridades sanitarias y mutuas de protección laboral pusieran más interés en proteger a la población que convive en contacto con el material. Quizás de esta forma se evitarían muchas víctimas inocentes que durante los próximos años morirán por problemas pulmonares sin imaginarse la causa de sus desgracia.