Revista Libros
"Las nubes del crepúsculo se habían inflamado y ardían con un brillo purpúreo. La habitación empezó a iluminarse de nuevo con un claro resplandor que poco a poco se fue haciendo más lóbrego y saturado".
Este párrafo extraído del relato “El amor de Erika Ewald”, de Stefan Zweig, puede parecer un poco decimonónico en su redacción. Y de hecho lo es si lo comparamos con la literatura de hoy en día. Pero fijémonos en una cosa: al leerlo, evoca algo, evoca, realmente, la situación de la luz entrando por la ventana e iluminando todo, pero, sobre todo, es capaz de transmitir lo que de verdad siente la protagonista, Erika Ewald, en ese instante. Zweig no hace que reproduzcamos la imagen de las nubes inflamándose, no construye imágenes con palabras, sino que va aún más allá y nos hace partícipes de una sensación, la del destello de en esa luz en nuestros ojos. ¡Sencillamente genal!