Esa tarde luego de salir de la universidad, regresaba yo en un mar de dudas sobre si mañana era mejor llamar o no al doctor para que atendiera a mi mamá. Lo pensé largo rato mientras cruzaba en dirección a mi casa cuando el “amor de mi vida” se paseaba por la acera con su perro. Olvidé lo del doctor para ver a la chama más hermosa, que hoy iba acompañada de un hombre que parecía ser su padre.
El “amor de vida” no me conoce, no sabe ni mi nombre, quizá me ha visto un par de veces cuando hemos coincidido por la calle, por lo que pude deducir que vive en uno de esos altos edificios que está calle abajo, a unas 8 cuadras del edificio donde vivo. Yo tampoco la conozco a decir verdad, y no me hace falta, me basta con verla a lo lejos caminar despreocupada, escuchando música en su celular o yendo al centro comercial. Mentira, no me basta con eso, si tan solo supiera cómo la pienso y cuánto desearía robarle un beso.
Calculo que tendrá unos 20 años al igual que yo, y que no tiene novio porque han sido miles las veces que la he visto y nunca ha ido acompañada por alguien que pueda decirse que es su novio (o al menos eso quiero pensar). El “amor de vida” parece más segura de sí misma que yo, sólo una vez me decidí hablarle, pensaba decirle un amigable: Hola, mientras caminaba por la acerca al lado del parque. Sin embargo, al acercarme hasta unos 2 metros, lentamente se giró para acomodarse la capucha del suéter y por un momento me observó, o eso me pareció. Mi corazón latió repentinamente con mucha fuerza, no me había pasado esto con una chama jamás, pero es que en ese instante en que creí que me miraba, vi su rostro mas hermoso aún de lo que lo había visto antes, sentía deseos de abrazarla pero también ganas de desaparecer de la vergüenza que tenía
Hoy, como cada vez que la veo, sonreí al mirarla, y desvíe mi cabeza para volver a concentrarme en lo que pensaba y lo vi claro: No llamaré al doctor, es cuestión de tiempo que se le pase el dolor. Me volví hacia el “amor de mi vida” para mirarla por última vez ese día. Al llegar a casa, encontré a mi madre de buen humor, se le había pasado el dolor. No necesita de ningún doctor, era el maldito calor lo que la agobiaba…