Revista Cultura y Ocio
El amor erótico es el éxtasis o salida de uno mismo por el que el individuo quiere perpetuarse mediante otro. Tiene, pues, un fin carnal y está condicionado a él, razón por la cual exige la reciprocidad y fidelidad de quienes lo profesan y reciben. De aquí resulta la prohibición del adulterio como contrario a la pureza de la descendencia, al introducir en ella sangre ajena.
La amistad, en cambio, sólo se subordina a un fin ideal del que ninguna consecución material depende, de modo que no precisa ser correspondida para alcanzar aquel fin. Puede y debe amarse al enemigo, pues el fin de la amistad no se cifra en la obtención de un resultado material, como la progenie en el amor erótico, sino en la aspiración de que todos los hombres se unan en Dios.
Partiendo de estas dos definiciones, sencillas y mutuamente excluyentes, queda establecido qué sea el amor y qué la amistad. En base a ellas pueden formularse las siguientes proposiciones morales:
1. Que no se da el amor sin la salida de uno mismo o éxtasis. El placer es signo de lo que ya está unido, mientras que el amor sólo nace en lo que ha de unirse.
2. Que la homosexualidad no participa del amor, al carecer quien lo experimenta de un fin carnal distinto a sí mismo.
3. Que ninguna relación homosexual ha de reputarse como amistad, toda vez que exige ser correspondida y busca una satisfacción.
4. Que toda ambición del hombre dirigida a aumentar su fama es contraria a la amistad, en tanto pertenece a ésta el preferir el bien común o universal al bien propio o exclusivo. Nulla ambitio sine vitio.
5. Que el bien común de los hombres ha de ser semejante y superior a todos ellos, ya que si no es semejante no es un bien, y si no es superior a todos no será deseable para todos.
6. Que ninguno de los bienes que el hombre puede poseer es superior a él. De donde se sigue que el bien superior a todos los hombres no puede ser poseído. Sin embargo, si no puede ser poseído por el hombre ni puede poseer al hombre, no tendrá nada que ver con él ni será semejante a él, por lo que no será un bien. Por tanto, el bien superior a todos los hombres debe poseerlos.
7. Que sólo Dios, que posee a los hombres, los excede en todo y guarda con ellos semejanza como su creador, es un bien de esta naturaleza.
8. Que así como la infidelidad carnal debilita o destruye el fin del amor erótico, la infidelidad espiritual debilita o destruye el fin de la amistad. En consecuencia, la infidelidad hacia Dios atenta contra la unión de los hombres. Es justo por ello considerar a quienes niegan o adulteran la religión enemigos del género humano.