Será que hoy ha sido un día lluvioso y de recogimiento, pero hoy me apetece reflexionar un poco acerca del amor. Estos días atrás en que he tenido que batallar con mi hijo mayor que, como dicen las malas lenguas, ya empieza a sacar los pies del plato, me he dado cuenta de que es muy difícil querer a un hijo.
De repente me he dado cuenta de que tengo a mi lado a una persona que no conozco. Cuando nace tu hijo no te lo presentan en plan "aquí tienes a tu hijo, se llama Fulanito", "encantado". Es un ser que de repente aparece en tu vida y al que quieres con toda tu alma, de hecho le quieres antes de verle la cara, le quieres desde el primer momento que sabes que está creciendo dentro de ti.
A medida que empieza a interactuar contigo empiezas a conocerle de verdad, a ver lo bueno y también lo malo (que hay que verlo) de esa personita de la que te enamoraste incluso antes de exisitir.
Y entonces empieza una suerte de culebrón en el que el amor que tienes a tu pequeño te hace daño, te hace llorar, y a veces incluso crees haberlo perdido. Porque querer a un hijo no supone el mismo concepto que podemos tener del amor a un marido, a una madre, a un amigo. Cualquier otro tipo de amor no implica algo básico y esencialmente necesario en el amor a un hijo: su educación. Querer a un marido, un padre, un amigo, implica compartir, convivir, experimentar, pero no tenemos que inculcar nada ni ejercer ningún tipo de enseñanza primordial para su vida.
Cuando somos madres o padres, a nuestros hijos debemos quererlos pero también tenemos que enseñarles a vivir, con lo que todo ello conlleva. ¿Quién no se ha enfadado nunca por sus padres por ser unos "pesados" repetidores de las mismas cosas, por prohibir cosas que querríamos en ese momento, por limitar nuestra libertad? Ciertamente hasta que no estás en el otro lado no eres consciente de que todo eso lo hacían por tu bien y porque te querían. Básicamente porque te querían.
Una y mil veces le repito a mi hijo que cuando le riño, le prohibo o le obligo a hacer algo es por su bien y no para fastidiarle. Supongo que con 4 años es difícil que lo entienda pero tengo la esperanza de que algún día lo consiga. Tengo la esperanza de que algún día comprenda que, precisamente porque le quiero tengo que hacerle sufrir algún tipo de frustración o limitación.
Querer a un hijo es el amor más puro, sublime y maravilloso que existe pero también el más duro porque a veces tienes que provocar situaciones en las que lo ves sufrir por no conseguir lo que quiere de su mamá. En esos momentos pienso que he perdido el amor de mi hijo en pos de su buena educación y eso como madre, duele. Pero tengo que seguir en el camino de educarle y quererle a partes iguales. Espero que algún día entienda el difícil papel que supone para un ser humano el ser padre o madre.