QUINIENTOS AÑOS DEL NACIMIENTO DE GARCILASO,
EL POETA QUE INMORTALIZÓ EL SONETO EN CASTELLANO. EL POETA QUE EXPRESÓ UN AMOR SUBLIME EN PERFECTOS ENDECASÍLABOS.
En Toledo, en 1501 probablemente, nació el más grande poeta español del Renacimiento. Vinculado a la Casa Real desde joven y amigo personal del Emperador, combatió en la guerra de las Comunidades, fue desterrado a Nápoles (donde pudo escuchar el ritmo del endecasílabo italiano que luego utilizaría sus impecables sonetos), luchó en Túnez, y al mando de tres mil hombres tomó parte en la campaña de Provenza, donde murió heroicamente en 1536.
Pero quizá el episodio biográfico que marcó su vida más intensamente fue conocer a Isabel Freyre, dama portuguesa que servía a la futura esposa de Carlos V, a la que Garcilaso amó y a la que prácticamente dedicó toda su obra.
Separados por matrimonios de conveniencia impuestos por su condición de cortesanos, es probable que el poeta coincidiera con Isabel en varias ocasiones, ya que ambos servían de cerca de los monarcas y los seguían allí a donde se desplazaba la Corte. Ella se casó y murió joven. De ahí que la poesía de Garcilaso oscile entre los escasos momentos de felicidad y los numerosos de decepción y melancolía, que corresponden al matrimonio y la muerte de Isabel.
El sentimiento amoroso garcilasiano debe mucho a la concepción idealizada del amor cortés, y aunque la mujer a la que canta es un ser de carne y hueso, sin embargo él la transforma en musa inmortal a la que sueña poder amar en otra vida, dada la imposibilidad de hacerlo en ésta, en un proceso de sublimación que maravillará a los poetas románticos cuando lo descubran.
La descripción que de él nos hacen sus contemporáneos es la del perfecto cortesano, a la vez soldado y poeta, admirado por hombres y mujeres: “de semblante sereno y grave, talle esbelto, de una hermosura verdaderamente viril”.
En cuanto a su OBRA, a pesar de no ser muy numerosa, le ha bastado para ser considerado uno de los más grandes poetas en lengua castellana por ella.
Escribió treinta y ocho sonetos, tres églogas, cinco canciones, una epístola y dos elegías. Sus sonetos y églogas no han sido superados, y quizá su secreto radique en haber logrado unir la naturalidad y la selección, el “buen gusto” y “la elegancia perdurable” a que aspiraban los hombres del Renacimiento, y que es precisamente lo que ha mantenido su poesía al margen de las modas.
“Los versos de Garcilaso no deslumbran con alardes cultos ni imágenes atrevidas: se deslizan suaves, utilizando palabras corrientes, comparaciones fáciles y metáforas consagradas por la tradición literaria; pero funde estos elementos en armonía perfecta, diluyéndolos en delicadas sensaciones musicales”.
La fuente de su obra es siempre el sentimiento, las vivencias de su espíritu; de ahí la gran sinceridad y también quizá el encanto que sus versos tienen más allá de los siglos.
Garcilaso vive por entero la primera mitad del Renacimiento español, época en que se imita con mayor fidelidad la Antigüedad Clásica. Por eso él habita siempre entre ninfas y otros seres mitológicos; es poeta pagano, de cuya obra están ausentes los temas religiosos y, curiosamente, también los bélicos.
Como hombre del Renacimiento, que buscaba ante todo la armonía, Garcilaso huye también de las exageraciones, y de la sinceridad descarnada. Él prefiere la mesura y el dominio a la hora de expresar sus sentimientos; por eso lo que a simple vista puede parecer frialdad, no es sino “serenidad frente al dolor, sumisión ante lo inevitable”, sustituyendo con la melancolía y la tristeza los desgarros pasionales que sin duda padeció su espíritu.
También es profundamente renacentista su sensibilidad ante la naturaleza (influido por Virgilio y Sannazaro), y su fina intuición para expresar las más variadas sensaciones que el paisaje le produce: Garcilaso siente la paz de los valles, la claridad tibia de las aguas, la agradable frescura del viento y su rumor entre las hojas de los árboles...todo el embrujo del “locus amoenus”, y es capaz de transmitirlo al lector.
El tema amoroso, ya mencionado, está también presente en toda su obra llegando a tener tal fuerza, que el poeta lo considera su razón de existir, y también la causa de su infortunio: ...
”Cuanto tengo confieso yo deberos;
Por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero”.
La amada ha conmovido el alma del poeta, y éste analiza una y otra vez en sus versos las oscilaciones de su espíritu en relación con ella.
Pero su mérito mayor en el campo de la poesía, además de la aclimatación en España de la lira, el terceto, y la canción, es sin duda alguna haber introducido el endecasílabo en nuestra lengua, componiendo en ese verso los sonetos probablemente más prefectos que se han escrito en castellano. Según muchos críticos, es el mayor cambio producido hasta hoy en la poesía castellana, ya que no se trataba solamente de la incorporación de unos metros, sino también de nuevos temas y de una nueva sensibilidad.
Garcilaso estuvo influido al principio por Ausías March, siendo sombrío y violento lo que escribe en esa primera época; hasta que la influencia de Petrarca se hace sentir, contagiando al poeta toledano la suave melancolía y el ritmo cadencioso que caracteriza su obra. A su vez, y aunque él no tuvo seguidores inmediatos, su lenguaje poético sirvió de modelo a toda la poesía española del Siglo de Oro, y posteriormente, a través de Bécquer, llegó a los poetas contemporáneos entre los que nunca ha dejado de tener vigencia.
Por eso, a los quinientos años de su nacimiento, creo que la lectura de sus versos sería bálsamo eficaz para combatir la invasión de vulgaridad que padecemos. Con ese deseo, le rendimos hoy este lejano homenaje.
Sección para "Curiosón" de Beatriz Quintana Jato.