Divertida y cruda, como una mujer que nos dio todo una noche para después dejarnos en visto para siempre, así es la prosa de Viviana Gálvez en su primer libro de cuentos El amor viene en un estuche de 6 x 6 (2018) y que ahora regresa en su segunda edición. Un híbrido entre lo romántico y lo erótico cargado de ironía que no deja de hacer bromas sobre los corazones cicatrizados y las alcobas de hostal, o incluso del baño de una cantina de Quilca. Quizá, por estas razones, su primera edición se vendió como pan caliente el año pasado, cosa inaudita entre los escritores noveles locales, y aun consagrados, cuyas ediciones no terminan de venderse y acaban como libros de saldo. El fenómeno Viviana tiene su clave en ser una pluma mordaz, graciosa, ágil, que no se va en adjetivos y decoraciones. Dice las cosas como son, y se ríe de como son.
Ahora regresa con la segunda edición aumentada de su exitoso primer libro de cuentos, o más que un libro de cuentos, un instructivo amatorio para hombres monses. Porque lo más revelador de su libro es que al menos, en uno de sus breves cuentos te terminarás encontrando a ti mismo. Perfecto para reírse de uno mismo, pues como dice la autora: "Uno sonríe cuando lo lee, o eso me han dicho”.
El amor viene en un estuche de 6 x 6 contiene alrededor de 13 relatos breves y ya los podemos encontrar en las librerías de Lima. A continuación te dejamos con uno de sus cuentos que también se puede leer como un poema en verso libre.
CHICO DE INTERNET
La vez que me acosté con un completo extraño, no estaba ebria. Ni drogada. Estaba excitada. Y ese es el mejor estado en el que uno puede estar para tirar con alguien.
La vez que me acosté con un completo extraño, no fue en un baño de un bar ni en un hostal ni en un hotel.
Fue en mi depa.
La vez que me acosté con un completo extraño, no intercambiamos palabra alguna. Nos besamos. Me desnudó. Se desnudó. Se puso un condón. Y se introdujo dentro de mí.
Al rato, me dio vuelta, tal como dicen “darte vuelta”, y se volvió a introducir. Se introdujo una vez más por todos los orificios que existen entre mis piernas. Luego, me contó de su vida y se quedó dormido.
La vez que me acosté con un completo extraño no sabía si debía decirle “amigo, ¿te vas?” o dejarlo dormir.
La vez que me acosté con un completo extraño desperté con él a la mañana siguiente en mi cuarto.
Días después, le escribí para volver a tirar ‒porque las chicas también tenemos necesidades sexuales‒ y me dijo “ya veremos cómo va la semana”.
El fin de semana siguiente volvimos a tirar.