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Hoy me gustaría hablarles del paro juvenil y de la estrategia de los miembros de la Unión Europea de aportar 6.000 millones para frenar la problemática existente entre los parados jóvenes. Sobre todo aprovechando que el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, pasara por España.
En su visita, Schulz, dijo una de las frases que podría enmarcar y colgar en mi habitación para que, cada vez que me levante, al leerla me dé cuenta de que aún hay gente menos inteligente que yo y sentirme mejor. Las palabras del alemán sobre la sociedad española fueron algo así como: “Hay una cierta tristeza, pero es una tristeza llena de esperanza”.
Y permítanme el símil…cuando murió la madre de Bambi, sentí tristeza y no tuve ni la más mínima esperanza de que resucitara. Así como cuando perdí mi cartera en el cine ese día, también sentí tristeza y no tuve ni la más mínima esperanza de que el acomodador me la devolviera si la encontraba.
Por eso, pensar en una tristeza llena de esperanza, es una absurda tontería ya que hay un mundo entre un sentimiento y otro. Sí se está triste es por algo, quizá porque no se tiene trabajo. Y si se está lleno de esperanza es porque realmente ves indicios de cambio, y creo que ahora mismo, indicios de cambio pocos se ven.
De todas maneras no voy tampoco a quitarle la ilusión al señor Schulz que, entre esa magnífica frase “Hay una cierta tristeza, pero es una tristeza llena de esperanza”, sí acertó a decir que hace falta relanzar la economía y que los bancos presten dinero a aquellos que lo solicitan.
Ahí si estamos de acuerdo señor Schulz! Hay que dar crédito, aunque luego nos engañen con sus intereses o cláusulas abusivas, pero hay que hacer que el dinero camine y no se estanque en los bancos. Por lo que considero que habría que tenerle menos miedo al sector y más confianza en quien lo necesita.
Pero claro, a mi no me financia mi carrera ninguna entidad y lo poco que dispongo se esfuma antes de que me dé cuenta cada mes. Por eso espero que esos 6 mil millones sirvan para algo y lleguen a los jóvenes y si no es así me volveré a quejar porque como se suele decir: “Fingir que no duele, hace que duela el doble.
Esta es la crónica habitual de un día como otro cualquiera.