Revista Insólito

El anarquismo y otros estorbos para la Anarquía

Publicado el 14 junio 2017 por Monpalentina @FFroi
El anarquismo y otros estorbos para la Anarquía
Bob Black
En otras palabras, si se les diese a elegir entre el anarquismo y la anarquía, la mayoría de anarquistas se inclinaría por la ideología y la subcultura anarquistas antes que por emprender un peligroso salto hacia lo desconocido, hacia un mundo de libertad sin Estado. Pero puesto que los anarquistas son casi los únicos críticos declarados del Estado como tal, estas gentes temerosas de la libertad asumirían inevitablemente posiciones prominentes o al menos publicitadas en cualquier sublevación resueltamente antiestatal.
Siendo ellos mismos del tipo de los seguidores, se encontrarían liderando una revolución que haría peligrar su estatus establecido no menos que el de políticos y propietarios. Conscientemente o de otras formas, los anarquistas sabotearían la revolución, que sin ellos quizá se hubiera desembarazado del estado sin detenerse siquiera a reestrenar la vieja riña Marx/Bakunin.
A decir verdad, los anarquistas nominales no han hecho nada para desafiar al Estado, no ya con pomposos y escasamente leídos textos infestados de jerigonza, sino con el contagioso ejemplo de otra forma de relacionarse con los demás. Los anarquistas, en vista de como manejan el negocio del anarquismo, son la mejor refutación de las pretensiones anarquistas. Cierto, en Norteamérica, al menos, las macrocefálicas “federaciones” de organizaciones obreristas se han derrumbado entre el tedio y las disensiones -y menos mal- pero la estructura social informal del anarquismo sigue siendo jerárquica de cabo a rabo.
Los anarquistas se someten plácidamente a lo que Bakunin denominó un “gobierno invisible”, compuesto en su caso por los editores (de hecho si no nominalmente) de un puñado de las publicaciones anarquistas más importantes y más longevas. Estas publicaciones, pese a diferencias ideológicas aparentemente profundas, comparten posturas paternalistas similares de cara a sus lectores, así como un pacto de caballeros para no permitir ataques que expongan sus incoherencias y socaven de otros modos su común interés de clase en la hegemonía sobre los anarquistas de a pie.
Por extraño que parezca, resulta mucho más fácil criticar a "Fith State" o "Kick It Over" en sus propias páginas que, pongamos por caso, criticar allí a "Processed World".
Cada organización tiene más cosas en común con todas las demás que con cualquiera de los desorganizados. La crítica anarquista del Estado, si los anarquistas fueran capaces de comprenderla, no es más que un caso particular de la crítica de la organización. Y en cierta medida, incluso las organizaciones anarquistas lo intuyen.
Los antianarquistas podrían muy bien sacar la conclusión de que si ha de haber jerarquía y coacción, que sea abiertamente, claramente etiquetada como tal. A diferencia de tales lumbreras (los “libertarios” de derechas, los minianarquistas, por ejemplo), yo insisto tozudamente en mi oposición al Estado. Pero no porque, como tan irreflexivamente y tan a menudo proclaman los anarquistas, el Estado no sea “necesario”. La gente común rechaza esta afirmación anarquista por absurda, y hace bien.
Evidentemente, en una sociedad de clases industrializada como la nuestra, el Estado es necesario. La cuestión es que el Estado ha creado las condiciones que lo hacen necesario, al despojar a los individuos y a las asociaciones voluntarias de sus poderes. Lo que resulta más fundamental, no es que las premisas del Estado (el trabajo, el moralismo, la tecnología industrial, las organizaciones jerárquicas) no sean necesarias sino que son antitéticas a la satisfacción de necesidades y deseos reales. Por desgracia, la mayoría de variedades de anarquismo ratifica todas las premisas y pese a ello, rechaza su conclusión lógica: el Estado.
Si no hubiera anarquistas, el Estado tendría que inventarlos. Sabemos que en varias ocasiones eso es precisamente los que ha hecho. Necesitamos anarquistas libres del lastre que supone el anarquismo. Entonces, y sólo entonces, podremos empezar a plantearnos en serio el fomento de la anarquía.
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Bob Black, anarquista estadounidense, conocido sobre todo por sus ideas críticas de la sociedad basada en el trabajo. Se le asocia a la corriente de la anarquía postizquierda.

@imagen: Wikipedia



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