Revista Filosofía

El anciano de la aldea de los molinos de agua

Por David Porcel

Decía Hitchcock que podría llegar el momento en el que los pájaros se rebelasen contra los intentos de enjaulamiento humanos y acabasen con la idea misma de civilización. Lo decía seguramente movido por un sentimiento de fascinación por las criaturas que nos concede la naturaleza, a veces eclipsado por la ilusión de velocidad y poder de quien se cree dueño de lo que en realidad es siervo. Ayer, viendo al viejo Kurosawa, recordé estas palabras de "la aldea de los molinos de agua":

El anciano de la aldea de los molinos de agua

                                        Fotografía tomada por Clara Marta

“Lo único que nosotros pretendemos es llevar una vida natural tal y como solía hacer la gente antes. Hoy día los seres humanos olvidan que también ellos forman parte de la naturaleza, y que a ella le deben su existencia, pero la gente suele tratarla negligentemente creyendo que son capaces de crear algo mucho mejor, especialmente los científicos. Puede que intelectualmente estén bien preparados, pero lo malo de ellos es que muchos ignoran el verdadero significado de la naturaleza, y esos son los que se sienten orgullosos inventando cosas que solo acarrearán tragedias a los seres humanos. Y lo que todavía es mucho peor: La mayoría de la gente suele conceder un gran valor a todos esos inventos absurdos, y como si de milagro se tratara los adoran. Ellos no saben que esas cosas arruinan la naturaleza y consecuentemente se están destruyendo a sí mismos. Las cosas más importantes para los seres humanos son el aire puro y el agua pura. Los árboles y las plantas nos proporcionan ambas cosas, pero absurdamente la gente continúa contaminándolas a su antojo. El aire y el agua contaminados contaminan incluso la mente de los seres humanos.” (Akira Kurosawa)


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