Revista Música

El ángel y la muerte (1ªparte)

Publicado el 21 septiembre 2010 por Xim
Hoy toca relato, y va especialmente dedicado a mi amigo Otto, un amigo al que aprecio y quiero mucho (y lo sabes)... Va por tus sueños...
*** EL ÁNGEL Y LA MUERTE ***

Yo solo frente al abismo, pasa ya de la medianoche, él me ha dejado, como si nada, como si tal cosa, simplemente me ha dicho: “Esto no funciona, lo nuestro no funciona”, y se ha marchado sin más. Como no sabía qué hacer he salido de allí yo también, he cogido el coche y he conducido hasta el faro. Y aquí estoy, de pie frente al acantilado, solo frente al abismo; oigo el rugido de las olas ahí abajo, suena como un siniestro presagio, pero no veo nada, la oscuridad lo envuelve todo, exceptuando el ligero resplandor anaranjado del faro, pero está tan arriba que apenas llega algo de luz abajo. La nada me rodea por fuera, la nada me roe por dentro. Está nublado, está mojado, noto la humedad en el viento, parece que estuvo lloviendo mientras estábamos en el bar. Estoy con la mente en blanco rodeado de negra oscuridad, sumergido en la vorágine del ying y yang de mi destino, de pie justo en medio del ojo del huracán: abstraído, absorto, absurdo. Nueve meses de relación tirados por la borda, hundiéndose en el océano donde naufragan cada minuto, cada hora, cada día, cientos y cientos de corazones rotos; tiene gracia, nueve meses gestando una relación, y al final el fruto de todo ello es un amor muerto. Siento náuseas, siento un vacío, una especie de desasosiego espiritual: “Esto no funciona y ahí te quedas”, pues vaya un testamento, ¿y qué se supone que hago ahora? ¿se necesita una cuenta atrás para saltar al vacío? ¿o simplemente se salta y todo termina en cuestión de segundos?. Juraría que están cayendo gotas, cayendo sobre mi cabeza como recuerdos, tres, dos, uno...
El ángel y la muerte (1ªparte)
-Aquí viene la lluvia de nuevo- oigo a mis espaldas con una voz masculina.
-¿Eh?- me sorprendo y me doy la vuelta, se perfila una silueta oscura más o menos de mi estatura, lleva en una de las manos un pequeño quinqué que apenas alumbra el entorno.
-Decía que aquí viene la lluvia de nuevo, están cayendo gotas- me gusta el tono de esa voz, una voz tranquila, grave pero dulce a la vez.
-Sí, parece que va a llover otra vez- intento contestar también tranquilamente, pero mi voz sale un tanto ahogada por los tres nudos: el del estómago, el de la garganta y el del corazón.
-¿Te apetece un café caliente? Estoy ahí en la casa de piedra del faro- dice levantando el quinqué y señalando el faro; miró hacia allí y observo una cierta penumbra amarillenta saliendo de la ventana y de la puerta abierta.
-Gracias, acepto encantado- contesto sonriente, creo que los nudos se van aflojando, empezamos a caminar en dirección al faro.
-Puede que caiga una buena tormenta, a finales de verano es lo lógico- dice él, cada vez me va gustando más esa voz, transmite paz.
-Sí, claro, supongo que lo de antes ha sido una simple llovizna de aviso- contesto yo simplemente por seguirle la corriente.
-A mí me fascina la lluvia, las tormentas, el frío; no soporto el verano y el sopor que produce el calor.
-Vaya, pienso exactamente igual que tú, qué casualidad- me alegra de haber coincidido en eso, espero que haya más coincidencias. Entramos en la casa de piedra, por fuera parece eso, una vieja casa de piedra, pero por dentro está reformada: el suelo es de parquet, hay una chimenea encendida con unos pocos leños, muebles que parecen verdaderamente antiguos, y velas distribuidas estratégicamente para iluminar la estancia.
-No es gran cosa, sólo esta habitación y ahí al fondo un servicio y un armario empotrado. Era de mi abuelo, él era el farero en sus tiempos, se la pasó a mi padre y él me la pasó a mí.
-Y ¿vives aquí?- una vez efectuada la pregunta me percato de su estupidez.
-Claro que no, sólo vengo algún que otro fin de semana o en vacaciones- contestó él amablemente, y por mi parte intenté cambiar de tema para disimular.
-Me gusta la luz de las velas, con la luz eléctrica las sombras no se mueven, con la de las velas cobran vida.
-Vaya, que frase tan buena y tan cierta, eres muy romántico.
-Gracias, la verdad es que sí, soy muy sentimental- dije yo mirando el fuego crepitando en la chimenea.
El ángel y la muerte (1ªparte)
-Bueno, voy preparando el café, ponte cómodo donde quieras- miro a mi alrededor: un viejo sillón, una silla, un taburete frente a un tocador de tres espejos, y al fondo en un rincón debajo de la ventana, un camastro con la cama deshecha, quizás él descansaba ahí cuando yo llegué al acantilado. Opto por el sillón, al sentarme noto que no es demasiado mullido y me alegro de ello. Él enciende uno de esos hornillos de gas pequeños que suelen utilizarse en los campings.
-Aquí no hay luz, nunca la hubo, la que llega es sólo para el faro.
-Pero ¿quién se encarga del faro?- de nuevo volví a meter la pata, sabía de sobra que los faros de hoy en día son automáticos.
-El faro es automático, lo son ya la mayoría, además, los modernos sistemas de navegación por satélite, como el GPS, les han quitado importancia aunque siguen siendo de utilidad para la navegación nocturna.
-Claro, esta noche estoy un poco... despistado- dije inmediatamente para excusar mi torpeza- me gusta el mobiliario, son muebles verdaderamente antiguos ¿verdad?.
-Sí, así es, la mayoría eran de mis abuelos paternos, me los traje todos aquí con la furgoneta de un amigo, incluido ese tocador con los tres espejos, frente a él se cepillaba cada noche mi abuela- él empezó a sacar unas tazas, cucharillas y un azucarero, disponiéndolo todo en una mesilla baja que había en el centro de la estancia. Después cogió la silla y se sentó frente a la chimenea a mi lado- ya sé que todavía no hace mucho frío, aunque aquí justo al lado del mar, refresca más y hay más humedad.
-Me gusta el ambiente de esta habitación, y me gusta ver un fuego encendido en cualquier época del año- le dije sonriente contemplándolo de cerca: quizás tuviera unos cuarenta años bien llevados, me gustaba su mirada, igual de tranquila que su voz, siempre había una sonrisa en sus labios cuando hablaba, y ello me inspiraba más confianza, sobre todo porque parecía una sonrisa natural.
-Volvemos a coincidir, yo también adoro un buen fuego en cualquier época del año, cuando era niño a veces visitaba una casa de campo con mi madre donde todavía no había cocina de gas, encendían todo el año la chimenea de la cocina y recogían ascuas para cocinar en los fogones- dijo él, y ambos nos quedamos un rato contemplando la chimenea.
El ángel y la muerte (1ªparte)
-Bueno, y ¿qué te trae por aquí? No me refiero al lugar, sino a estas horas de la noche y a solas- no me esperaba ese repentino cambio de tema y como me pilló desprevenido solté la verdad sinceramente.
-Acabo de romper con mi pareja- lo dije sin apartar la vista del fuego y con la voz muy queda.
-Vaya, lo siento, noté tu voz un tanto ahogada cuando empezaste a hablar ahí afuera, quizás no debería haberte interrumpido.
-No, no pasa nada, creo que está mejor eso de haberme invitado a un café y hablar un rato, necesitaba... despistarme, gracias por tu amabilidad.
-De nada, en realidad si hubiera oído voces no hubiera salido porque hoy en día no sabes lo que te vas a encontrar, pero desde la ventana vi tu silueta caminando a solas hacia el acantilado y pensé que no habría ningún peligro. Bueno, y ¿qué ha pasado, te ha dejado ella por otro, has sido tú, quizás los dos? Naturalmente no tienes por qué contarme nada si no quieres- dijo él levantándose, la cafetera empezaba a sonar.
-No se trata de ella, sino de “él”, soy homosexual, y me ha dejado sin más, diciendo simplemente que lo nuestro no funcionaba- yo seguía mirando al fuego y confesándole a un desconocido mi actual situación sentimental.
-Ah, vaya, lo siento de nuevo ¿llevabais mucho tiempo juntos?- preguntó él mientras servía café en las tazas.
-Nueve meses, no es mucho tiempo, pero es tiempo, ¿no?.
-Claro, es bastante tiempo, y más hoy en día donde lo que se lleva es el “amor kleenex”, bueno, yo lo llamo así: el amor de usar y tirar...
-Sí, yo también creo que era bastante tiempo- antes de que siguiera preguntando él, empecé yo a interesarme por su vida sentimental- Bueno ¿y tú? ¿tienes pareja?- él levantó la mirada de su taza de café y me miró algo sorprendido.
-Eh, no, ahora mismo no, una vez estuve casado, pero no fue más que un error de juventud.
-¿Fue culpa de ella o tuya?- esto lo pregunté por si también me respondía que se trataba de él y no de ella.
-Fue culpa de ella pero también mía- vaya, es hetero, pensé un tanto disgustado- fue culpa de ella por irse con otros hombres estando ya casados, y fue culpa mía porque la razón por la que ella se iba con otros hombres era porque a mí no me gustaban las mujeres- vaya, sorpresa, bienvenido al club.
-Entonces ¿también eres homosexual?.
-Sí, soy un homosexual con el cartelito de “LIBRE”- dijo esto último sonriendo. Ambos nos quedamos mirándonos fijamente y sosteniendo sendas tazas de café en el aire. Se hizo el silencio, la chimenea dejó de chisporrotear y de repente, lo mismo que en una escena crucial de película de terror, sonó un fuerte trueno, acompañado del pertinente fogonazo de luz, retumbando a lo lejos y haciendo temblar los cristales.
-Te lo dije: “ Aquí viene la lluvia de nuevo”- y dicho esto se empezó a oír el repiqueteo de un fuerte chaparrón sobre el tejado de la casa.
-Así es, llevabas toda la razón, ya está lloviendo- le contesté yo, y nos quedamos una vez más mirándonos fijamente, nuestros rostros se movían iluminados por la luz de la chimenea y las velas; él soltó su taza de café y lentamente alargó su mano derecha para coger así mi izquierda que reposaba sobre la mesilla, todo ello sin dejar de mirarme, me apretó la mano y yo hice lo propio con la mía, me gustó ese contacto...
CONTINUARÁ...
Xim #10

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