¿Lobos o zorros…?
Aproximadamente hacia la mitad de mi vida, mi madre me enseñó algunas joyas y recuerdos de la familia y entre ellos, apareció el anillo que podéis ver en las fotos, de plata. En seguida me llamó la atención y mi madre me explicó que había pertenecido a su abuelo, la siguiente pregunta fue cómo mi abuelo nunca lo había llevado… Como lo macarra no ha de quitar lo valiente, pregunté si me lo podía apropiar y desde entonces lo porto yo en ciertas ocasiones “festivas”, junto a nuestra alianza y otros dos que adquirí más tarde.
Mi bisabuelo Prudencio Ferrer Ordovás, era natural de Bujaraloz aunque luego vivió en Sástago, en la zona oriental de Aragón conocida como los Monegros. Tenía alguna abuela francesa y muy pronto quedó huérfano, por lo que se crio con unos tíos, junto a un hermano y hermanastros. De niño fue pastor de cabras; de complexión “cuadrada” aunque no alto, rubio y de ojos azul-verde, como mi hija Pilar. Por lo visto autodidacta, acabó ganándose la vida como maestro de obras, en Zaragoza, junto con una cuadrilla de albañiles que trabajaban con él. Construyó, entre otras, la casa donde nació mi madre en la Calle San Pablo y alguna chimenea de ladrillo que aún permanece en pie al lado norte del Ebro.
Pasó el servicio miliar en Cataluña, después estuvo en la guerra en Filipinas y evidentemente sobrevivió; por lo visto el susodicho anillo que ahora tengo en mi poder, se lo trajo de allí. Mi bisabuela era de Sariñena, también Aragón pegando a Cataluña. Acabó él trabajando como constructor para “La Azucarera”, donde entró mi abuelo muy joven de chico de los recados y se jubiló de inspector general…
Mi madre recuerda que, perteneciendo a una generación y extracto social, donde lo normal hubiera sido ser analfabeto (mi bisabuelo Ferrer), leía a diario el periódico y también “se leía las enciclopedias”, algo de esto, este tipo de aficiones, también he podido heredar de él, aparte del fantástico anillo.
Cuando mi madre era niña, aún vivían en Zaragoza a donde ella y mis abuelos iban a pasar las vacaciones (junto con otras partes de Aragón, Alhama, Barbastro… donde tenían familia), pero al quedar viudo, se trasladó con ellos a Madrid, donde acabó sus días e incluso aún conoció a mi padre (extremeño).
Mi abuelo fue su único hijo y mi madre también es hija única, como yo mismo, de modo que soy el único descendiente, junto con mis hijos ahora, de este hombre.
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Gracias por leer hasta aquí, aparte del tema personal, pienso puede tener cierto interés como historia costumbrista reciente de España.
Por eso cantamos los de Aragón
cuando enamorados al dulce sol
en la liz sabemos quiere decir
que vencer debemos o bien morir