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El animal que (no) soy

Publicado el 20 junio 2017 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

El animal que (no) soy

Lo primero que se debe hacer para pensar es mirar. No es necesario hundir la nariz en un libro, tampoco encerrarse en un cuarto, mucho menos desconectarse de lo que nos rodea. Insisto. Lo primero que se debe hacer para pensar es mirar. Hace dos noches no había electricidad en la casa de mi profesor, teníamos allí una clase, estuvimos a oscuras. Salimos al patio y el panorama estelar se iluminaba con mayor esplendor del usual. Las estrellas, en medio de esa oscuridad, al fin nos pudieron ver después de mucho tiempo. Hemos convertido la noche en día, las estrellas curiosas nos echaban de menos. Esa noche pudimos enviarles la señal: seguimos intentando sobrevivir.

Al día siguiente fui al mercado. Entre por un pasillo donde reposan las partes mutiladas de distintos animales: peces, cerdos, vacas, pollos y tanto producto que a partir de ellos se elabora. Allí estaba yo, fría, vigilada por la muerte. ¿Qué es eso sangrante, con un olor extraño, que antes tuvo vida, que ahora echamos a la olla para luego degustarlo? Al regresar a casa me miraba mi perro con esos ojos tan expresivos que siempre me dan la bienvenida al hogar. Llevaba en mi bolsa un animal muerto cuyos ojos no me pudieron ver, cuya señal no me llegó. Quizás en algún tiempo él también estuvo tratando de sobrevivir.

Por la tarde vi un reportaje sobre Auschwitz. Hay campos de ese tipo en todas las grandes ciudades donde el animal que no soy yo está siendo sometido a tratos inhumanos. Mira el horror que cometían los nazis, me dice. Yo no veo la diferencia. En el fondo todos somos un nazi. Los guaraní antes de matar para comer, hacían rogativas al Padre que en algunos casos podían durar días. Tenían una larga conversación con el Padre para explicarle la necesidad de matar a ese animal, para pedirle que ese crimen no cause un desequilibrio en la vida natural, para disculparse con todo lo que le rodea por la sangre que derramaría. Hoy, en muy pocos hogares se dan las gracias por la alimentación. La mayoría de nosotros tiene una relación tan somera con la carne: sección de congelados, olla, estómago. ¿Quiénes somos? ¿En qué nos hemos convertido? ¿Es a este precio que intentamos sobrevivir?

Lo primero que hago cuando intento pensar es mirar. Lo que veo no es sólo una jugarreta de mi percepción. Allí afuera hay cosas muy serias sucediendo y nosotros vamos ciegos. Luego de mirar se debe abrir el mundo hacia todas esas miradas que desatentas nos miran con ternura. No soy yo la que ve cuando mira, son los ojos del otro los que me ven. Pensar es justamente hacer ese mínimo esfuerzo por recuperar las cosas mismas. Tenemos que recuperar el mundo de aquello que nos lo oculta. Debemos dejar de creernos diferentes de la naturaleza, somos parte del paisaje, no somos quien lo pinta. Mucha gente vive solamente entre el asfalto y la propaganda, pero debemos salir de eso, apagar un rato las pantallas y ver que las estrellas nos miran, que la carne que comemos no es solo un producto, que ese animal también pudo mirarnos… si tan sólo les dejásemos la oportunidad de hacerlo. El camino de la técnica nos ha convertido en máquinas capaces de todo sin pensar demasiado ni en el acto ni en sus consecuencias. Pero para pensar lo primero que se debe hacer es mirar. Hay que abandonar el pensar ingenuo y comprometerse. El encuentro es la base fundamental de ese mirar para pensar: el encuentro con el otro, la rogativa del poeta, guárdame en ti.

No se trata de abandonarlo todo, de condenar a quienes ven en restos animales comida. Se trata de detenerse a pensar, es decir, a mirar. El problema no es el animal, el problema no es el campo de concentración donde está condenado a malvivir y a malmorir. El problema es nuestra indiferencia, nuestra ceguera moral ante temas tan radicales, tan necesarios para el desarrollo de toda vida en el planeta. Quizás el problema más fundamental es la desmesura. Es que lo primero que se debe hacer para pensar es mirar. Luego de mirar es probable que tengamos ya la clara visión de que la desmesura con la que habita el ser humano la tierra está acabando lentamente con todo a su paso. Quizás sea cierto: hay un nazi en cada uno de nosotros.

Por eso debemos mirar para pensar, para pensarnos, para pensarles.

Por Cristal

llavedecristal.wordpress.com


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