Pero 1935 fue la única edición en el que el prestigioso premio fue sido declarado desierto; no se concedió a ninguno de los nominados.
Entre los nominados de ese año se encontraban G. K. Chesterton y Miguel de Unamuno.
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Uno de los privilegios que se suelen arrogar los organizadores de premios literatarios es la potestad de declararlo desierto, como forma de asegurarse de que el autor u obra premiados estarán a la altura de las expectativas del galardón.
Da igual si eres una Institución pública o privada, un influyente grupo de comunicación o una modesta editorial. Este cuidado suele ser directamente proporcional a la importancia social, repercusión mediática o dotación económica del premio.
Lógicamente no es lo mismo que el premio esté dotado con un montante de cinco o seis cifras y una edición multitudinaria que se trate de un diploma y una publicación testimonial.
Y aunque no es extraño encontrarse con convocatorias declaradas desiertas con el argumento de que ninguna de las obras presentadas reunían la calidad necesaria para hacerse merecedora del premio, lo normal es que los grandes premios nunca tangan que pasar por esa "humillación", bien porque han conseguido atraer a grandes o famosos escritores (llamados por el generoso importe, porque son mediáticos o directamente por encargo, como el Planeta), bien porque se otorgan directamente a una obra notable (como el Nacional de Literatura), bien porque se conceden como reconocimiento a toda una obra (como el Príncipe de Asturias).
Ni el Planeta ni el Goncourt, por citar únicamente los más célebres en España y Francia, respectivamente, han sido nunca declarados desiertos.
El Planeta tiene expresamente excluida esta posibilidad en sus bases, pero son de sobra conocidas las sospechas que recaen sobre la elección de los ganadores.
El Goncourt es un caso singular, porque el premio consiste en 10 euros. Eso sí, su concesión suele acarrear un enorme éxito de ventas.
Lo que uno no esperaría es que un premio convocado por una prestigiosa institución, a nivel mundial, de los que se otorgan a toda una vida de dedicación a la creación literaria, y que pueden escoger entre todo el elenco de escritores vivos, se quedara sin ganador.
Pero el Premio Nobel de Literatura de 1935 no se concedió, siendo esta la única edición en el que el prestigioso premio ha sido declarado desierto.
Las Primera y Segunda Guerras Mundiales ocasionaron, por razones obvias, que no se entregara el galardón en las ediciones de 1914 y 1918 (sí se concedió en las ediciones de 1915, 1916 y 1917), y de 1940 a 1943, ambos inclusive.
Para ser candidato al premio Nobel de Literatura hay que pasar por determinado proceso:
• El Comité envía cartas de invitación individualizadas a personas cualificadas para nominar
Estas personas cualificadas son:
• miembros de la Academia Sueca y de otras academias, instituciones y colectivos con similares normas de funcionamiento y tareas, de todo el mundo;
• catedráticos de universidades y de escuelas universitarias dedicados a materias literarias y lingüísticas, de todo el mundo;
• anteriores premiados con el Nobel de Literatura;
• presidentes de organizaciones de escritores que son representativas de la producción literaria de sus respectivos países.
• Una vez recibidas las candidaturas, los ganadores son selecionados por el Comité del Nobel de Literatura, que consta de 18 miembros.
• Nadie puede nominarse a sí mismo.
Los estatutos de la Fundación Nobel prohiben expresamente la divulgación de información sobre las candidaturas, nominados y nominadores, así como de las investigaciones y opiniones relacionadas con la concesión de un premio, de forma pública o privada, durante 50 años
Eso hace que no sea posible conocer hasta pasado ese tiempo quiénes fueron la competencia de quienes finalmente ganaron el premio y los motivos de la elección. A día de hoy solo es posible acceder a esta información de las ediciones de 1901 a 1950 y bucear en las búsquedas de la web oficial del Premio Nobel para conocer los candidatos hasta 1963.
¿Qué pasó en 1935?
Ese año hubo 53 nominaciones, algunas de las cuales recayeron en las mismas personas. Destacan, por su cantidad:
Johannes Vilhelm Jensen, que finalmente obtuvo el premio en 1944;
Paul Valéry, nominado en multitud de acasiones desde 1930 hasta 1945, año de su muerte, sin que llegara a conseguirlo;
Correia de Oliveira, otro candidato fijo desde 1933 a 1942 pero que se quedó sin premio.
El resto de los candidatos de ese año son prácticamente desconocidos para el público en general.
Excepto, quizá, dos casos que llaman la atención:
G. K. Chesterton: popular y aclamado polígrafo, cultivó el periodismo, la poesía, la novela, el ensayo… Su personaje más famoso es el Padre Brown, protagonista de numerosos relatos detectivescos en el que el sacerdote católico resuelve los casos gracias a sus dotes de observación y su conocimiento de la naturaleza humana.
El Padre Brown estaba basado en un personaje real, de gran influencia en el propio Chesterton, y es un claro heredero de la saga de audaces investigadores inspirados en el primero de ellos, el Auguste Dupin de Allan Poe.
Miguel de Unamuno. Poco hay que añadir del bueno de D. Miguel, que fue nominado en las ediciones de 1935 y 1936 y que también murió sin obtenerlo, a pesar de que su obra fue exhaustivamente valorada y consierada en la edición de 1935.
Se ve que la Academia Sueca no encontró idóneo a ningún candidato, pese a que algunos de los mencionados bien podrían haber engrosado la lista de laureados por la cantidad y calidad de su producción, máxime si se comparan sus perfiles con algunos de los premiados en ediciones anteriores y posteriores.
Ese año 1935 fue el mismo en el que James Chadwick recibió el Nobel de Física or su descubrimiento del Neutrón.
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Bibliografía:
• The official web site of the Nobel Prize.