Desde American Gangster dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Rusell Crowe y Denzel Washington hace 8 años, no veía una gran película de este género. El año más violento, aunque no es el tipo de historia que más me guste, me ha sorprendido gratamente.
Está ambientada en el inicio de la década de los ochenta, concretamente, en 1981. En esas fechas, el índice de delincuencia de la ciudad de Nueva York batió su récord y el empresario, Abel Morales, deberá poner todos los medios de que dispone para campear el temporal, pues muchos de esos delitos afectan directamente a su empresa, ya que hay alguien que intenta echarle el negocio a pique.
La dirección ha corrido a cargo de J C Chandor, que debutó con la interesante Margin call en la que se intentaba demostrar cuál fue el origen de la última gran crisis, que afectó a la economía mundial. El año más violento tiene todos los ingredientes para que el engranaje de la misma funcione a la perfección. Entre otras cosas porque está escrita y filmada por Chandor que lo controla absolutamente todo. El libreto es muy sólido y no se le escapa ningún detalle. Como he leído en alguna crítica, los personajes, sin desvelar muchos pormenores, dejan entrever las luces y las sombras que acompañan a su personalidad. Los diálogos recuerdan a las grandes producciones clásicas de género, protagonizadas, entre otros, por James Cagney y Humphrey Bogart. El resto lo hacen actores de la talla de Óscar Isaac al que merece la pena que no le perdamos la pista. Jessica Chastain, sin excesos, ni histrionismos, consigue que no la distingamos de un papel a otro. En El árbol de la vida hizo de comprensiva madre católica, mientras que en La deuda nos hizo creer que era una eficaz agente secreta. En este caso, interpreta un papel ambiguo, intentando transmitir la idea de que detrás de un gran un hombre hay una gran mujer.
Esta cinta parece que quiere explicar que en el país de los “sueños” no todo es un camino de rosas. El personaje protagonista es una especie de Bruce Wayne; es decir, Batman, pero realista (como apunta un secundario) para el que no todo vale para conseguir un objetivo. La ética de Abel no le permite tomar atajos que le facilitarían los negocios porque busca el camino recto, sorteando obstáculos y actuando con astucia. No obstante, sus principios serán puestos a prueba en situaciones límite.
Finalmente, hay que decir que funciona bien hasta la única escena de persecuciones que, sin ser una fantasmada tipo Misión imposible, resulta más inquietante que cualquiera de las que hayamos visto en cine de acción (publicado en Páginas digital).