Sin chorreo, gracias. No quiero nombrar las palabras de un lamentable presidente que lo único que dejó al madridismo fue un bochornoso 2-6 contra el F.C Barcelona y una irrespetuosa frase dirigida hacia un rival que no la merecía. Al margen de eso, gran victoria la de un Real Madrid al que para nada le tembló el pulso al escuchar el profundo y evocador “You will never walk alone” de la grada de Anfield. En cuarenta minutos el equipo blanco finiquitó un partido en el que Cristiano Ronaldo rompió su gafe en el Estadio inglés y Karim Benzema recordó que cuando quiere, puede.
Y es que el equipo de Brendan Rodgers no es el del año pasado. La marcha de Luis Suárez les pesa y mucho y el estado de forma actual del Real Madrid no invitaba a pensar en un destino favorable para el conjunto Red, algo que en media parte quedó confirmado. Atrás queda para el recuerdo una estadística de tres encuentros entre Madrid y Liverpool siempre favorables a los segundos, y si el 4-0 de hace cinco años escoció especialmente en Concha Espina, mucho más dolió al madridismo un muy lejano ya encuentro entre ambos clubes allá por 1981. Pero entonces, no eran ni cuartos de final de Champions, ni Fase de Grupos. Se jugaban la final…
Para un equipo que había conseguido de forma consecutiva cinco Copas de Europa en las primeras cinco ediciones y una sexta pocos años después (1966), quince años de sequía europea pesaban una barbaridad en el Real Madrid que se vio rey de Europa de forma prematura y tuvo que ver como en años posteriores la dictadura de equipos como Ajax o Bayern de Munich les alejaba de cualquier opción de levantar la ansiada séptima. Si supiesen en 1981 que aun tendrían que esperar otros diecisiete años más…
A finales de los 70 lo que comenzaba era la dictadura británica en el mundo del fútbol. Antes de que la tragedia de Heysel echase de Europa a los clubes ingleses, siete de ocho títulos europeos cayeron en sus manos entre 1976 y 1984: Liverpool, Aston Villa y Nottingham Forest. De todos ellos, el Liverpool destacaba sobremanera con dos trofeos en sus vitrinas y una plantilla que daba miedo en Europa. Jugadores como Ray Clamence bajo palos, Phil Neal como capitán, Graeme Souness con su eterno bigote, el excelso Kenny Dalglish en la media, y el genial Bob Paisley en el banquillo, conformaban una generación que no se ha vuelto a ver en la tierra de los Beatles. Con ellos, en 1981 el equipo de Merseyside se plantó en una nueva final, la tercera en cinco años, algo que tampoco extrañaba demasiado aquellos tiempos.
Por el otro lado del cuadro aparecía un Real Madrid joven, un equipo en el que destacaban jugadores como Juanito, Santillana, Camacho o del Bosque por nombrar a algunos de sus miembros. Se les conocía como el “Madrid de los García” (García Remón, García Cortés, García Navajas etc.), una generación de canteranos que tuvo que hacer frente a un fútbol europeo que por entonces estaba un peldaño por encima de lo que ellos podían ofrecer. Son también los años previos a la Quinta del Buitre en la que pronto irrumpirán jugadores como Butragueño, Michel o Manolo Sanchís que habrían de marcar una nueva época de éxitos en el Club.
No había sido un trayecto fácil para llegar a la final y de hecho, ni las tenían todas consigo cuando se cruzaron con el Inter de Milan en
Alan Kennedy anota el gol de la victoria Red
las semifinales de aquel año (Con el 2-0 conseguido en la ida ante un ultradefensivo equipo italiano), ni se veían favoritos para jugar la final, encuentro que se iba a disputar en el Parque de los Príncipes en París, en un patatal de césped machacado por un partido de rugby unos días antes. Los estilos de fútbol de uno y otro equipo diferían bastante: un equipo duro y correoso como era el Liverpool, frente a un Real Madrid más jugón con el sello de Vujadin Boskov. Lástima que jugadores clave como Uli Stielike, Juanito o Laurie Cunnigham (El fichaje más caro de la historia del Madrid en aquellos tiempos: 165 millones de pesetas…) llegaron tocados físicamente al partido.
Lo que prometía ser un duelo brillante entre ambos conjuntos, se convirtió en un partido trabado en el que flotaba la superioridad de los ingleses que, con el paso de los minutos se hizo cada vez más manifiesta. Sólo Camacho de vaselina a pase de Juanito puso en algún aprieto a Ray Clemence y los minutos siguieron pasando y cuando ya se hacía palpable una más que posible prórroga llegó la desgracia para el Real Madrid. No parecía la jugada más peligrosa del partido, un saque de banda cerca de la línea de fondo. Aunque en principio Ray Kennedy busca un pase corto a algún compañero, por el rabillo del ojo ve como Alan Kennedy enfila el área madridista con una marcha de más. Saque milimétrico y Alan baja el balón con un gran control de pecho en carrera. En ese momento se suceden los acontecimientos: García Cortés de forma inexplicable falla al despejar el balón que acaba de controlar el inglés y le pega una patada al aire. García Navajas que no prevé el fallo de marcaje de su compañero, inicia apresuradamente la carrera pero ya es tarde, Kennedy ha roto la defensa y sin pensarlo dos veces fusila con la zurda a Agustín Rodríguez que ha salido a tapar el disparo pero está mal ubicado. Gol en el minuto 82…
Sin mucho tiempo para más, el Real Madrid perdió la final y el sueño de ganar la Copa de Europa que finalmente puso rumbo a Liverpool de nuevo, tal era el dominio inglés de aquellos años. Aquella generación blanca rozó la gloria por primera vez en muchos años y aunque la Quinta del Buitre la saboreó ligeramente con dos UEFAs consecutivas, 1985 y 1986 y aquella dichosa semifinal de los empates contra el PSV Eindhoven de Koeman y Lerby en 1988, aún habrían de pasar unos cuantos años más y toda una generación de futbolistas, excepto el eterno Manolo Sanchís y el no menos eterno Miguel Porlan Chendo que no jugaron aquella final de 1981 por un par de años de diferencia, para levantar la tan ansiada séptima Copa de Europa que llegó en 1998 con aquel gol de Mijatovic a la Juventus de Turin que ya forma parte de las hemerotecas blancas.
DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ