Revista Opinión

El anticlericalismo que nunca quise I

Publicado el 17 marzo 2010 por Reven

“Frente al mal que hay en el mundo existen dos respuestas: o Dios no puede evitarlo, o no quiere evitarlo. Si no puede, entonces no es omnipotente. Y si no quiere, entonces es un malvado” Epicuro

Siempre me ha interesado el tema de las creencias, me fascina ver como creer en algo es capaz de mover cosas. Como unas ideas que, deslizandose suavemente de la cabeza a la boca, son arrancadas de la misma, puestas en un altar, y lanzadas al cielo. No tiene otra explicación, todo es fruto del ser humano, para el ser humano. Creer no es malo, no cuando se tienen los pies en el suelo y la decisión de creer al alcance de tu mano. Capacidad para ver lo que te rodea y para decidir si crees o no en tal o cual cosa. En Dios, Alá, Buda o cualquiera que se os pase por la imaginación.

Estoy de acuerdo con Epicuro, siempre se lo decía a todo el mundo: “Si Dios existe es un hijo de la gran puta por no arreglar todo esto, a no ser que no pueda o que no sepa. Puede que simplemente sea un tonto”. Habré dicho esa frase por lo menos 10 veces a lo largo de mi vida, pero la pienso de verdad. No puedo evitar ser ateo, entendido desde mi propio punto de vista: No creo en Dios y si me demuestras que existe no le pienso jurar lealtad.

Yo no soy quien para imponer a nadie que crea o deje de creer en nada. Mi problema no ha sido, ni espero que sea en un futuro, con los creyentes. Ha sido un problema con las instituciones que gestionan la fé, que fiscalizan algo que para muchas personas es sagrado y motivo de devoción. Las distintas iglesias cristianas principalmente por la zona donde he nacido, pero de mi odio no se libra ningun tipo de organización religiosa, ya sea de corte cristiana, islámica, judía, budista, taoísta o lo que sea. Y no, no es un odio a un grupo de personas organizadas por iniciativa propia para festejar un culto, cosa que me parece aceptable, mi problema es con aquellos cuya tendencia es intentar que los demás absorbamos su fé, que lo convirtamos en nuestro dogma. Que cerremos nuestros ojos a nuestro mundo y los abramos al suyo.

Los miedos, la inseguridad, el desarraigo, el aislamiento, la ignorancia y la falta de medios económicos, estos factores, entre otros, son los que hacen que ciertas personas se refugien en estas instituciones y temer sufrir algunas de esas consecuencias, el miedo una vez más, es lo que hace que algunas personas no las abandonen.

Demasiada represión, demasiados claro-oscuros, demasiadas historias negras, demasiadas hogueras, demasiadas ejecuciones, demasiado miedo. Insuficiente odio.


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