¿Has llorado viendo un anuncio? Pues yo sí. Independientemente de la calidad del mismo, tema del que deberían hablar los publicistas, yo como televidente lo encuentro excelente. En el momento en que algo te hace llorar ya hay algo especial porque te ha tocado, te ha llegado. Son esos anuncios que no olvidas por su fuerza, mensaje y emoción.
La famosa tienda de muebles sueca, Ikea, puso en marcha su campaña de Navidad con el anuncio llamado”La otra carta”. En el anuncio se realiza un experimento en el que los peques además de escribir una carta a los Reyes Magos, tienen que escribir también una a sus padres.
Los niños de diez familias reales han sido seleccionados para participar en el experimento de Ikea.
En él se les pide a los niños que les cuenten a Melchor, Gaspar y Baltazar qué quieren. Juguetes, guitarras, consolas,etc son los deseos de los participantes. Pero lo interesante es, ¿qué pasa cuando le piden que escriban “la otra carta” la que va dirigida a los padres?
Pues pienso que los geniales publicistas de Ikea sabían que iba pasar, buscaban tocar esa fibra de los padres y apelar al sentimiento de familia en lo más profundo del mismo y en el momento más adecuado del año. Vivimos tiempos de prisa, de coche, estrés, demasiado trabajo y pocos respiros. En esa aceleración y rapidez que nos envuelve olvidamos a veces lo que se disfruta de pequeñas cosas y cuánto disfrutan nuestros hijos de esas pequeñas cosas con sus padres. Porque Ikea sabe y nosotros sabemos que un niño disfruta más jugando al escondite o al balón con sus padres que con mil juguetes.
Ikea nos toca el alma en su anuncio recordándonos algo que sabemos: que consolas y juguetes no es verdaramente lo que quieren los niños, que nuestros hijos quieren tiempo con sus padres.
El anuncio nos abre los ojos y nos impacta por su autenticidad, por el nombre del mismo y por el eslogan final, “La Navidad nos desamuebla la cabeza. Nada como el hogar para volvérnosla a amueblar”.
Esta publicidad es un éxito por la idea, por como reaccionan los niños y sobre todo por la cara que se les queda a los padres cuando leen la carta.
Con lo fácil que es hacer felices a nuestros hijos y regalarles lo que más desean en el mundo,¿por qué no hacerlo?