Existe en Estados Unicos una prueba deportiva extrema, el Maratón Barkley. No se trata de una carrera excesivamente conocida, pero está considerada por los expertos como el más mortífero reto al que puede someterse un corredor de fondo. No es raro el año que, de las pocas decenas de locos que se apuntan, ninguno de ellos consiga terminar. Se trata de 150 kilómetros de marcha campo a través atravesando los más sádicos obstáculos. Los cuerpos de los corredores terminan destrozados, pero para ellos la experiencia es edificante: un encuentro con sus propios límites y con el dolor en el estado más puro.
El ensayo dedicado a Barkley es quizá el más brillante de los que componen un volumen que su autora ha dedicado a intentar expresar con palabras lo que es sentir dolor propio y lo que significa ponerse en el lugar del otro a la hora de intentar comprender el sufrimiento:"El dolor ajeno es percibido por el observador como una experiencia propia. La empatía se convierte en una simetría forzada, un eco corporal." Jamison empieza exponiendo el dolor propio, el sentido en algunos episodios vitales en los que las malas decisiones propias o el azar acaban en experiencias muy desagradables, de las que al menos se acaba aprendiendo algo. Luego explora el mundo de los afectados por una enfermedad ficticia, el síndrome de Morgellons, que hace creer a sus víctimas que están invadidos por una especie de diminutos insectos que les provocan unos picores insoportables, con la consiguiente laceración de la piel, en algunos casos realmente pavorosa.
El libro flojea en su última parte titulada "Gran teoría unificada del dolor femenino", porque abusa del tópico fomentado en los últimos años de exponer a la mujer como un ser sufriente y eternamente victimizado, llegando a hablar de una especie de "derecho a sufrir", algo difícilmente comprensible. Al final, Leslie Jamison quiere rizar tanto el rizo que sus frases caen el absurdo, lastrando la que hasta el momento era una obra estimable:
"Por descontado, hay noticias más llamativas que otras. La guerra es una noticia más llamativa que el hecho de que una chica tenga sentimientos encontrados porque un tío se la tiró y luego no se dignó llamarla. Pero no creo en una economía finita de la empatía; de hecho, creo que prestar atención a los demás nos da algo en la misma medida en que nos lo quita. Uno aprende a empezar a ver."