El aprendiz de brujo

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En 1797, Goethe escribió una balada, de tintes satíricos, que tituló El aprendiz de brujo. Con el siguiente contenido: un mago, que debe ausentarse de su casa, deja en ella a su aprendiz y éste, que anhela convertirse también en mago, por haber asimilado las palabras y gestos de su maestro, decide poner a prueba sus poderes. Para ello, ordena a la escoba que haga una serie de movimientos y, viendo que la escoba obedece sus instrucciones, termina por ordenarle que, haciendo uso de un cubo, llene de agua el estanque del mago. Y así sucede hasta que el estanque se llena y el aprendiz de mago da órdenes a la escoba para que se detenga, sin que la escoba obedezca. La casa se inunda de agua y el aprendiz cae en la cuenta de haber olvidado las palabras mágicas que la ocasión requería. Por fin llega el maestro, ordena a la escoba que cese de llenar el estanque, la escoba obedece, y el mago reprende a su aprendiz, señalándole que sólo él puede domeñar a los espíritus para que sigan su voluntad.

Cien años después, en 1897, Paul Dukas compondría el poema sinfónico del mismo título, en el que la música reproduce, con gran fidelidad y eficacia, la aventura del aprendiz.

La reflexión que se desprende del poema, y si se quiere de la composición de Dukas, es que nadie debe poner en juego fuerzas que no domina, porque el resultado puede ser sorprendente y caótico.

Sin duda, la acelerada evolución técnica prevista ayudará a resolver muchos problemas de nuestro mundo, tanto en el ámbito personal como en el económico y social, pero es posible que también genere muchos otros problemas de muy difícil tratamiento. En el poema de Goethe, el mago restablece finalmente el orden, pero en la vida real no hay magos, con poderes excepcionales, que puedan cumplir esa función, y, en consecuencia, los efectos, inesperados y difícilmente controlables, de las nuevas tecnologías pueden traer consigo también acontecimientos caóticos.

Fuente: ODISEA 2050 La economía mundial del siglo XXI  (Jaieme Requeijo)