Revista Sociedad

El aprendizaje "atmosférico"

Publicado el 18 abril 2012 por Josemariatoro @josemariatoro

La educación emocional, de las actitudes y de los valores son trasunto de un aprendizaje que llamo “atmosférico”, porque son aprendizajes que no se enseñan sino que se contagian.El adulto, con su presencia, irradia una atmósfera, genera un clima y conforma un ambiente en el que el alumno se sumerge. Es algo que se respira y que se incorpora por la continuidad, persistencia y permanencia de unos estímulos que terminan haciéndose habituales y familiares.Las atmósferas nos envuelven y modelan, nos penetran, nos forman y conforman.Las atmósferas son tremendamente poderosas por su sutileza y levedad y constituyen una especie de curriculum oculto que, sin embargo, es luego el más visible de todos.El aprendizaje
El aprendizaje atmosférico es un aprendizaje mucho más sutil, y por la tanto más efectivo, que aquel que se realiza a través de intervenciones directas y muy explícitas. Es un aprendizaje que no se piensa sino que se respira, que no se elabora sino que se incorpora sin darse cuenta y , por eso mismo, no se puede dar cuenta  de él. Es un aprendizaje que al ser difuso es aprehendido por cada poro y alcanza a cada célula. Va mucho más allá de lo mental consciente y por eso se va conformando como algo vital, existencial, como un modo de operar global  de la persona. Sus características hacen de él un aprendizaje atmosférico, etéreo, pero tremendamente significativo y poderoso.
De todo ello concluyo la necesidad de pararme y tomar conciencia por unos momentos de la atmósfera que me rodea, la que yo creo o configuro con mi modo de actuar así como del ambiente que continuamente voy entretejiendo con los hilos invisibles que me mueven hacia aquello que hago sin saber muy bien los porqués ni el cómo.
La observación atenta de los niños que me rodean me devuelve siempre algo de lucidez y comprensión sobre aquello que yo emito. Y ya sé que emito no sólo, ni tan siquiera fundamentalmente, con la palabra conceptual. En no pocas ocasiones la materia-energía de mi voz (tono, vibración, volumen), de mis gestos, de mis movimientos, de mis ritmos y de mi presencia  no hace sino ir contaminando un ambiente en el que yo mismo me veo afectado por la propia asfixia.

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